Abandonó los estudios escolares en su adolescencia y se trasladó a Cremona, donde trabajó en el ferrocarril de esa ciudad en 1909.
Pronto se adhirió al irredentismo y al socialismo, pero cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1915 se alineó con quienes defendían la intervención de Italia en la contienda, uniéndose a la facción socialista dirigida en tal sentido por Benito Mussolini.
Ello no impidió que en 1925 Mussolini nombrase a Farinacci secretario general del Partido Nacional Fascista, tornándolo en el segundo hombre más poderoso de Italia y contribuyendo desde su cargo —según declaró él mismo— a «legalizar la ilegalidad fascista».
Ante ello Farinacci continuó como propagandista del régimen en cargos menores, dedicándose a la política local en la llanura Padana.
Acudió como observador militar a la guerra civil española y en 1938 estuvo entre los principales impulsores e ideólogos de las leyes raciales contra los judíos, copiadas del Tercer Reich.