La falta de mando y la inadecuada fortificación en un lugar que no reunió las condiciones estratégicas necesarias, fueron determinantes en la derrota.
En ellas contendieron nuevamente el propio José María Pino Suárez y Delio Moreno Cantón.
Ninguno de ambos supo o pudo, sin embargo, resistir la presión que la omnímoda oligarquía capitaneada por Olegario Molina desde La Habana, ejerció sobre sus respectivos gobiernos.
Dos días más tarde las tropas rebeldes ocuparon la plaza de Mérida y Ortiz Argumedo se autoproclamó gobernador y comandante militar del estado, telegrafiando en el acto a Venustiano Carranza para exponerle los motivos de su insurrección.
De varias maneras intentó Ortiz Argumedo congraciarse con el jefe máximo del ejército constitucionalista, sin conseguirlo.
Ortiz Argumedo, conociendo los hechos militares, partió de Mérida hacia el oriente rumbo a Valladolid.
Zarpó hacia Cuba llevándose con él buena parte del tesoro estatal, junto con otros fondos privados que sus patrocinadores le habían confiado para conducir los hechos bélicos.
En efecto, la explotación y la venta del henequén a los Estados Unidos que se realizaba desde Yucatán, principalmente por el grupo que Alvarado denominó la Casta Divina integrado por Olegario Molina -jefe político del porfiriato en el estado-, Avelino Montes, su yerno, y una docena más de ricos hacendados henequeneros -los mismos que habían promovido y patrocinado a Ortiz Argumedo para evitar la llegada del carrancismo a Yucatán-, producía enormes cantidades de dólares que resultaban muy importantes para el interés de Carranza y para la causa de la revolución.
Se hicieron durante esta época importantes reformas políticas, económicas, sociales y legislativas.
Se creó el Partido Socialista Obrero, antecedente del Partido Socialista del Sureste y de la Ligas de Resistencia que impulsaron al poder público a Felipe Carrillo Puerto unos años después.
[13] El Apóstol rojo de los mayas como se conoció a Felipe Carrillo Puerto tuvo una actuación singular y destacadísima en el proceso revolucionario que se llevó a cabo en Yucatán, desde la llegada de Salvador Alvarado en 1915.
A su regreso a Yucatán en 1915 colaboró con el gobernador Alvarado y cobró notoriedad en 1917-1918, al apoyar la campaña electoral de Castro Morales desde la presidencia del Partido Socialista de Yucatán, que había sido reorganizado para tal efecto.
Esto en buena medida provocó la ruptura entre los grupos revolucionarios de Yucatán ya que una facción, la de Castro Morales, terminó apoyando al carrancismo, mientras que el grupo más radical hizo lo propio con Álvaro Obregón.
Esto provocó el distanciamiento definitivo de Carrillo Puerto con Carranza y con Castro Morales.
Durante su gestión, que al igual que la del general Alvarado se caracterizó por su aliento transformador, impulsó la educación pública en especial la de la escuela racionalista, tradujo al idioma maya la Constitución Federal de 1917 para permitir su difusión entre el pueblo maya mayoritario en Yucatán, inició vigorosamente el reparto agrario que había sido obstaculizado por el carrancismo, impulsó la incorporación a las mujeres a la vida social y política del estado (sin, por tanto, favorecer el establecimiento del sufragio femenino que había sido insistentemente solicitado desde el Partido Socialista por las organizaciones femeniles encabezadas por su hermana Elvia Carrillo Puerto) y fundó la Universidad del Sureste, precursora de la actual Universidad Autónoma de Yucatán, entre otras cuestiones.
[14] La lucha por el poder en México en 1923 llevó al país a un nuevo episodio de guerra civil.
Pero pudieron más las armas que los apoyos populares de Carrillo Puerto y juntos, hacendados y ejército, depusieron a Felipe Carrillo nombrando por la vía de los hechos al Coronel Juan Ricárdez Broca, gobernador y comandante militar de Yucatán, haciéndose, el sedicente delahuertismo, del poder público real en el estado.
Continuó rumbo al oriente del estado en compañía de algunos seguidores entre los que se encontraban tres de sus hermanos, Benjamín, Edesio y Wilfrido y se embarcó en El Cuyo en un navío alquilado.
Después se supo que los hacendados habían puesto precio a su cabeza: 200.000 pesos oro.
El Partido Socialista del Sureste, muerto su dirigente e impulsor, empezó a dividirse.
Plutarco Elías Calles intervino poco después para entregar en 1926 la dirigencia del Partido Socialista a Bartolomé García Correa, de filiación callista, quien más tarde sería gobernador del estado para el período de 1930 a 1934.