Relaciones bilaterales entre México y la Santa Sede (1821-1855)

Además el rey designaría las dignidades eclesiástica (arzobispos, obispo, etcétera) y podría cambiar las sedes episcopales cuando lo considerara conveniente.Para poder mantener al clero, la Santa Sede le otorgó a la Corona el diezmo de las rentas.Sin embargo, el que México haya tenido 38 gobiernos en esa etapa, hizo impracticable dicha posibilidad.[11]​ Ante esta situación, Francisco Pablo Vázquez, en sus negociaciones con Roma, centró sus esfuerzos en solicitar que el Papa nombrara obispos en propiedad para las sedes vacantes, dejando de lado el problema del patronato; argumentando que sólo se trataba de un asunto espiritual.En 1831, después de largas negociaciones, Gregorio XVI más enérgico que sus antecesores, León XII y Pío VIII, y apoyado por su incondicional Secretario de Estado, el cardenal Luigi Lambruschini, nombró a seis obispos, entre ellos Francisco Pablo Vázquez se restauraron las diócesis y para 1851 los seminarios aumentaron el número de sacerdotes a 3,232.[1]​ Con esa decisión, por primera vez se nombraron obispos para la diócesis mexicana; sin necesitar el permiso de la Corona española.Francisco Pablo Vázquez, canónigo de Puebla, de 1830 a 1832 llevó a cabo una misión diplomática ante la Santa Sede; la misión consistó en que la Santa Sede nombrara obispos para México.Hubo dificultades por la negativa del gobierno español; incluso todos los arreglos que la Santa Sede trató de mediar entre México y España fracasaron.España rehusaba reconocer la independencia México y exigía seguir nombrando a los titulares de los cargos eclesiásticos.[13]​ En noviembre de 1836, las relaciones entre la Santa Sede y el gobierno mexicano quedaron plenamente establecidas.[12]​ En 1849, José Joaquín Herrera ofreció México como tierra de exilio para el desterrado pontífice Pío IX.(En 1851, la Santa Sede nombró a monseñor Luigi Clementi como el primer delegado apostólico en México, cuya misión culminó en 1861.