Este hecho fue poco conocido en Bolivia en el siglo XIX hasta que el historiador boliviano Adolfo Mier lo rescató en 1884.
Sin embargo, a mediados del siglo XIX en Argentina y Perú se habían publicado algunos trabajos al respecto.
Hubo varios movimientos sediciosos más, que en términos generales no revistieron la misma importancia, aunque en uno de ellos fue asesinado un maestro.
Tras confirmar que no sería obedecido, el corregidor Urrutia ordenó formar barricadas en torno a la Plaza y especialmente defendiendo el edificio de las Cajas Reales.
En medio de la tensa situación, un español de apellido Santelices disparó sobre una colina ocupada por indígenas, desatando el desastre: la colina estaba ocupada solamente por mujeres y niños, por lo que los indígenas reaccionaron con gran violencia.
En la madrugada del día 11, un tumulto asaltó la casa de Endeiza, donde murieron todos los españoles y negros que ahí se refugiaban.
Para evitar ser violentados, muchos criollos se vistieron con ropas indígenas y circulaban profiriendo vivas a Túpac Amaru.
Con todo, varios españoles que salvaron su vida, entre ellos el corregidor Urrutia consiguieron llegar a Cochabamba donde denunciaron los crímenes del alzamiento de febrero en Oruro.
El monto total de las refacciones ascendió a dos mil ochocientos veintiún pesos y cuatro reales, haciéndose notar que las habitaciones ocupadas con calabozos podrían rentar cada una mensualmente el alquiler de tres pesos y el grave perjuicio que había resultado a las entonces seis viviendas principales, que quedaban inhabilitadas por la parte ocupada para custodia de dichos reos.
Los largos interrogatorios a los acusados y multitud de testigos plantearon un laberinto sin respuestas.
Durante los primeros años, gran parte de los reos permanecieron incomunicados, con grilletes, encerrados día y noche en calabozos lóbregos y húmedos, en condiciones infrahumanas dado que no se les permitía asearse ni medicarse, custodiados por guardias que hacían requisas cada dos horas.
En 1787 una porción de ellos fue trasladada a la Real Cárcel en condiciones mejores, otorgándoseles libertad bajo fianza en gran parte.
Los considerados principales motores y cabecillas del alzamiento fueron condenados a muerte, especialmente los hermanos Jacinto y Juan de Dios Rodríguez de Herrera, ya fallecidos, quienes serìan ejecutados simbólicamente post mortem.
Igualmente, tres reos principales (el vicario Patricio Gabriel Menéndez, Juan Gualberto Mexia y Antonio Quirós)[6] por tal sentencia fueron enviados a España, para que el Real Consejo de Indias dictara allí el fallo definitivo.