Entre estos procesos se pueden contar, por ejemplo, infecciones, traumatismos, neoplasias, cirugías o infartos.
En conjunto este mecanismo fisiológico produce cambios metabólicos, endocrinológicos, neurológicos, inmunológicos y nutricionales.
[1] Las proteínas de fase aguda positivas forman parte del sistema inmune innato, donde cumplen diferentes funciones fisiológicas.
Algunas actúan destruyendo o inhibiendo el crecimiento de microorganismos, por ejemplo la proteína C reactiva, la lectina de unión a manosa,[4] factores del complemento, ferritina, ceruloplasmina, amiloide A sérico y haptoglobina.
Este efecto procoagulante podría limitar una infección atrapando a los organismos patógenos en coágulos sanguíneos.
Algunos ejemplos son la albúmina,[8] transferrina,[8] transtiretina,[8] proteína transportadora de retinol, antitrombina, transcortina.
Se correlaciona con la velocidad de sedimentación globular (VSG), aunque no siempre en forma directa.