Generalmente son de origen natural, formadas por erosión o por efecto de los glaciares, pero en otros casos son megalitos realizados por el hombre.
Existe una amplia variedad de creencias asociadas con estas piedras.
Debido a su extraña naturaleza, las piedras balanceantes u oscilantes, a veces, tenían un culto mágico-religioso al que se asociaban principalmente por sus poderes adivinatorios, pero también por ritos de paso, sanaciones, brujería o druidismo.
Las piedras que se movían con el viento se podían utilizar en algunos casos para determinar la culpabilidad o inocencia de un acusado.
Aunque se encuentran en todo el mundo, son especialmente interesantes, por su importancia etnográfica y antropológica las existentes en España, sobre todo en Galicia, Francia o Gran Bretaña.