Según la ley talmúdica, la autoridad para aplicar la pena de muerte cesó con la destrucción del Segundo Templo.
[5][6] Durante la Antigüedad tardía, la tendencia a no aplicar la pena de muerte en absoluto se hizo predominante en los tribunales judíos.
A Maimónides le preocupaba la necesidad de que la ley se protegiera en la percepción pública, para preservar su majestuosidad y conservar el respeto del pueblo.
La muerte por la espada se daba en dos casos: por asesinato gratuito y por apostasía comunitaria (idolatría).
[18] La lapidación se aplicaba empujando al criminal atado y condenado por la ladera de un monte, de forma que caía y moría al impactar con el suelo, si no moría, una persona que estaba abajo le arrojaba una roca sobre la cabeza.
Por eso, en la ley judía, la pena de muerte es más un principio que una práctica.
La cuestión es muy debatida debido a la relevancia del Juicio de Jesús en el Nuevo Testamento.
Los procesos judiciales que implicaban la pena de muerte debían manejarse con extrema precaución.
[36] Según una treintena oral a la que se alude en el ya obsoleto Meguilat Taanit («Rollo del ayuno»), los cuatro modos de ejecución que se utilizaban antiguamente en la ley judía eran en su mayoría prácticas transmitidas oralmente y no recogidas explícitamente en la Ley escrita de Moisés, aunque algunos modos de castigo se recogen explícitamente.
[37][38] La reivindicación de los fariseos frente a los saduceos y los bohetusianos dio lugar a que esta fecha se celebrara en honor, hasta que el «Rollo del Ayuno» fue cancelado por completo.
La siguiente es una lista elaborada por Maimónides en su Mishné Torá (Tratado Sanedrín Capítulo 15) de los delitos que conllevan una pena capital.
La Conferencia Central también resolvió en 1979 que «tanto en el concepto como en la práctica, la tradición judía encuentra repugnante la pena capital», y no hay pruebas persuasivas «de que la pena capital sirva para disuadir del crimen».