Pedro de Heredia

De allí pasó a Santa Marta, en Tierra Firme, como teniente del gobernador Pedro Badillo, donde se enriqueció por el intercambio con los indios de baratijas (cascabeles, espejos, gorros colorados) por oro.

En el sitio donde Calamarí estaba ubicada, Heredia notó la falta de agua, aridez y escasa vegetación.

Corinche dijo a Heredia que en la zona de Yurbaco (véase Turbaco) había agua, y climas más templados.

[9]​Habiendo casi aniquilado a los nativos en esa batalla, regresó a Calamarí, y ese primero de junio de 1533, tumbó la choza del jefe, y clavó una estaca con un letrero que rezaba "San Sebastián de Calamar", como recordatorio del primer día que llegaron a la zona, y los indios calamaríes que la habitaron.

Heredia levantó las primeras edificaciones, enviando con el capellán que iba en su flota una petición a la Casa de Contratación para que enviaran monjes, albañiles, y otras provisiones para levantar la ciudad.

Finalmente, exploró la Península de Barú, donde se encontró con los Bahaire, con los que no tuvo una relación tan fluida, pero pudo evitar conflictos.

Heredia saqueó las sepulturas y extrajo enormes cantidades de oro por muchos años, tanto que originó en los indios un refrán que decía: desgraciado el Pirú [Perú], si se descubre [primero] el Sinú.

Este era socio de Heredia y estaba descontento con él, así que lo encarceló con Alonso, su hermano, pero los Heredia pagaron una fianza con el oro que habían traído de Antioquia.

El doctor Juan de Maldonado, nombrado fiscal de la Real Audiencia, fue enviado desde España a tomarle residencia debido a las muchas acusaciones que pesaban sobre él, por los abusos cometidos durante su gobierno.

Su hermano Alonso se dedicó a explorar el interior, en calidad de licenciado suyo, cosa que ningún adelantado había hecho hasta ese momento.

Aunque Alonso fracasó, sus intentos inspiraron expediciones posteriores a esas desconocidas zonas.