A pesar de no ser en absoluto un periodo de total paz (se han contabilizado en él 162 batallas),[2] se firmaron varios tratados de paz, principalmente: En el interior se decidió una solución definitiva al problema que suponía la existencia de una minoría no asimilada, los moriscos, con su expulsión (1609).
La hegemonía política alcanzada por la Monarquía hispánica (y que se remonta a los reinados anteriores —Felipe II, Carlos I y los Reyes Católicos—) configuró un período de predominancia de los "valores españoles" dentro de la escala europea (por ejemplo, la extensión de la lengua castellana, usada como una lingua franca en algunos contextos —no la única, obviamente, e incluso siguió siendo minoritaria incluso dentro del propio Imperio español—[3]).
La mejor manera de entenderla sería si se establece una analogía con el Imperio romano.
Dentro de su territorio exportaba todos sus valores en cualquier ámbito pero, sin embargo, limitaba con otros estados como el Imperio parto o con zonas tribales de constitución no totalmente determinada como los germanos.
En aquellos territorios es donde el modelo español sería imitado en cualquier aspecto (sociedad picaresca, virreinatos, derecho castellano, entre otros).