Urrutia se ha convertido en un crítico literario reconocido, que escribe bajo el pseudónimo de H.
[nota 1] Toda la narración transcurre con Urrutia enfermo y postrado en su cama, mientras es interrumpido frecuentemente por un «joven envejecido», que actúa como un fantasma o un reflejo de su consciencia.
[10] En la contraportada de la traducción al inglés publicada en New Directions, cinco escritores y críticos literarios se refieren positivamente a la obra, entre ellos Susan Sontag, en los siguientes términos:[9]
[11] El crítico Ignacio Echevarría destaca su carácter de «poema narrativo», que también comparte su novela anterior, Amuleto.
[12] Para el crítico Juan Antonio Masoliver Ródenas, el «conflicto de naturaleza moral» del protagonista se asocia a los presentados en las obras de los escritores católicos franceses Georges Bernanos y François Mauriac, retomados por Antonio Tabucchi en su novela Sostiene Pereira (1994).
[13] Para el escritor Edmundo Paz Soldán, coeditor de Bolaño salvaje, Pinochet en la novela se muestra como «la parodia de un letrado», y la literatura, como antigua herramienta civilizadora, se transmuta en un instrumento para entender y así acabar con el enemigo.
En esta línea, la académica Celina Manzoni opina que la novela recrea «una imagen despiadada de la institución literaria puesta en crisis y desenmascarada».
[nota 2] Otros símbolos de fractura y pérdida que menciona Aguilar son las muertes de Pablo Neruda —el poeta, la poesía— y Farewell —el crítico, la crítica literaria—; mientras que las historias sobre el poeta guatemalteco perdido en Europa y del zapatero vienés son imágenes melancólicas de la posdictadura, hombres fracasados, sin fe, sin héroes ni valores.
[4] Tanto el académico Chris Andrews como la misma Paula Aguilar destacan también el uso en la novela de los significativos nombres de los señores Oído y Odeim, que leídos al revés quieren decir «odio» y «miedo».