La neurociencia cognitiva es un área académica que se ocupa del estudio científico de los mecanismos biológicos subyacentes a la cognición, con un enfoque específico en los sustratos neurales de los procesos mentales y sus manifestaciones conductuales.
[1] Se pregunta acerca de cómo las funciones psicológicas y cognitivas son producidas por el sistema nervioso.
Los científicos que se dedican a esta área normalmente tienen estudios de base en psicología experimental o neurobiología, pero pueden provenir de varias disciplinas, tales como la psiquiatría, neurología, psicología, física, matemática, lingüística y filosofía, o especializaciones como la neuropsiquiatría.
A comienzos del siglo XIX, Franz Joseph Gall y J. G. Spurzheim sostuvieron que el cerebro humano estaba seccionado entre aproximadamente 35 diferentes regiones.
Estudios de origen europeos por científicos tales como John Hughlings Jackson causaron que la visión locacionalista o seccionista del cerebro resurgiera como la principal manera de entender el comportamiento.
Descubrió que los pacientes epilépticos a menudo hacían los mismos movimientos clónicos y tónicos de músculos durante sus ataques.
El paciente fue una víctima de un accidente cerebrovascular, y no podía entender lenguaje oral o escrito.
En 1870, el médico Eduard Hitzig y Gustav Fritsch publicaron sus descubrimientos acerca del comportamiento animal.
Ambos Golgi y Cajal ganaron un Premio Nobel en Fisiología o Medicina en 1906 por su trabajo en la doctrina de la neurona.
Entre los años 1920 y los año de 1950, el marco teórico dominante en la psicología experimental y el estudio del comportamiento animal en Estados Unidos era el conductismo (aunque no en otras áreas, tales como la psicología social).
[6] Sin embargo, Gualtiero Piccinini y Worth Boone (2016) en su artículo “The cognitive neuroscience revolution” sostienen que la neurociencia cognitiva se consolidó como disciplina solo en la década de 1980.
Así, Stephen Kosslyn durante los años 1980s investigó la capacidad de las personas para formar y procesar imágenes mentales con un formato “pictórico” (visual).
[7] Así, Kosslyn, quien hoy es uno destacado neurocientífico cognitivo, proporcionó pruebas tanto desde estudios psicológicos como neurobiológicos sobre la capacidad de imaginar.
[11] También son áreas activas de investigación la memoria (en sus distintas formas), las emociones, las imágenes y los sueños.