María Leticia Ramolino

La familia Ramolino aportó al enlace 7000 liras genovesas que, sumadas a los ingresos de Carlo, les permitieron vivir en una posición desahogada.

Pese a ser un matrimonio de conveniencia, la pareja se entendió bien desde el principio: Carlo Bonaparte, que iba desarrollando una exitosa carrera pública en Córcega, pedía frecuentemente consejo a su joven esposa, cuya opinión siempre tuvo muy en cuenta, y Leticia encontró en Carlo un hombre capaz de ayudarla a conseguir sus aspiraciones sociales.

Fue una madre dura y de gran severidad, conocida por algunas actitudes entonces consideradas excéntricas, como su exhaustiva preocupación por la higiene de sus niños, a quienes obligaba a bañarse cada dos días en una época en que esto era infrecuente.

Siempre mostró preferencia por su primogénito, José I Bonaparte, y por el más rebelde de sus hijos, Luciano.

Cuando estalla la Revolución francesa, las actuaciones políticas de José, Napoleón y Luciano enfrentan al clan Bonaparte con Pascal Paoli, lo que les obliga a exiliarse en Francia.

Se instala en el Hotel de Cipières, en Marsella, desde donde apoya a los pocos partidarios que aún le quedaban en Córcega.

Sin embargo, un enamorado Napoleón se opondría a toda ruptura de su matrimonio hasta muchos años después.

A raíz de este enfrentamiento, los encuentros entre madre e hijo fueron cada vez más esporádicos, pero Napoleón siempre reconoció su gran inteligencia y carácter, hasta el punto de afirmar: «Cuando ella muera, solo me quedarán inferiores».

Siempre prefirió invertir en bienes físicos, sobre todo joyas y obras de arte, fáciles de ocultar y convertir en dinero líquido, antes que en terrenos o acciones, pues temía que si su hijo caía, le fuesen expropiados.

Finalmente, cuando se demostró que Josefina nunca podría dar hijos a Napoleón, éste decidió divorciarse de ella.

El deseo de Letizia era conseguir que Napoleón perdonase a sus hermanos, sobre todo a José y Carolina, y además trató de convencerle para que se conformase con gobernar la isla «como un terrateniente» sin buscar mayores aspiraciones.

Después de la segunda abdicación de Napoleón, Letizia solicitó al Papa permiso para residir en Roma y éste la autorizó a vivir junto a su hermanastro, el cardenal Joseph Fesch, en el palacio Falconieri.

Finalmente, en 1860, su nieto Napoleón III ordenó construir la Capilla imperial en Ajaccio, en el palacio Fesch, donde se le dio sepultura definitiva.

Maria Letizia Ramolino.
Maria Letizia Ramolino, 1811
Maria Letizia Ramolino en su lecho de muerte.