[2] Creció en el extranjero, viajando con su familia materna (su madre era María Babánina y su abuela, la francesa Julie Cornelius)[2] a través de Europa, hasta que se instaló definitivamente en Francia.
Sobre su multifacético talento, ella misma comentó: Desarrolló una meteórica carrera en la pintura y dio unos primeros pasos en la escultura, que consideraba su verdadera vocación.
Murió de tuberculosis a los veinticinco años, cuando sus pinturas ya la estaban haciendo famosa.
Su Diario, al que Simone de Beauvoir consideró "un modelo en su género",[4] publicado en 1887 (reducido y censurado por su madre, como se descubrió mucho después, quien incluso le cambió el año de nacimiento a 1860 en lugar de 1858) y rápidamente convertido en best seller a nivel mundial, permite seguir la trayectoria de su breve existencia consagrada a las artes, que no fue más que el prólogo a una vida creativa que no tuvo lugar,[5] y su voluntad inquebrantable ante una enfermedad que, por entonces, conducía irremisiblemente a la muerte.
En aquella época la tuberculosis era una enfermedad para la que no quedaba más que la resignación: María Bashkirtseff moría lentamente mientras Koch descubría el bacilo causal; sin duda el vacío pleural estaba obliterado cuando Forlanini instituye el neumotórax artificial; estaba condenada a la invalidez y a la muerte antes de que Roetgen descubriera los rayos X; había agotado sus reservas físicas antes de que la internación en el sanatorio hubiera demostrado su valor decisivo.
[7] Dos o tres años antes de su muerte sus pinturas y su nombre comenzaron a ser conocidos por el público.
María decidió entonces dedicarse profesionalmente a la pintura, elección casi escandalosa para una joven en la época en que vive: "No conviene ensuciarse los dedos", le dijo su padre.
[9] Ingresó en la Académie Julian, una de las pocas en Europa que aceptaba estudiantes mujeres, quienes podían trabajar allí directamente con modelos desnudos (trabajaban jóvenes alumnas venidas incluso de los Estados Unidos), y donde los profesores les proporcionaban las mismas enseñanzas que a sus condiscípulos masculinos.
Una de sus condiscípulas fue Louise Catherine Breslau, a quien María consideraba como su única rival.
[10] Produjo una obra importante, teniendo en cuenta su breve existencia (murió poco antes de cumplir veintiséis años).
Pese al renombre que había adquirido en Francia, el estado imperial ruso no se interesó por la obra de Marie Bashkirtseff.
Este intercambio epistolar, tanto como las diferentes ediciones del Diario publicados entre 1887 y 1980, fueron muy edulcorados por la familia.
La primera edición del diario, aparecida en 1887 y rápidamente convertida en best-seller mundial, fue resultado de una arbitraria selección de textos llevada adelante por su madre y editada con el auxilio del poeta y dramaturgo André Theuriet, quien logró que la editorial Charpentier publicase la obra en dos tomos, aunque estos solo abarcaban un tercio del volumen total.
En ella se muestra una familia ejemplar, cuando su realidad distaba mucho de ello: un tío borracho, pendenciero, rodeado de escándalos y perseguido siempre por la policía, tanto en Rusia como en Francia; un juicio que duró diez años por defraudación (y hasta sospechas de asesinato) en Rusia, affaire por el cual se habían hecho de la fortuna que les permitió emigrar y radicarse en Francia y que solo se resolvió mediante un chantaje al juez; una María Bashkirtseff prácticamente adolescente (se falseó por dos años su fecha de nacimiento para ocultar que sus padres la habían concebido antes del matrimonio),[16] descarnada, casta y pura.
La imagen de una Marie Bashkirtseff adolescente se asentó a tal punto que incluso desde la óptica científica fue abordada desde ese ángulo.
[18] Esta edición de 1887 es la que se reeditó hasta fines del siglo XX.
Las entradas comienzan con largos e insignificantes detalles; después, el tono cambia gradualmente y aparecen textos exhibiendo confesiones, deseos y ambiciones más íntimos de una manera sincera, sin afectación ni convencionalismos.
Escribe su Diario sin y, paradójicamente, los dibujos están casi ausentes; tampoco hay correcciones.
Confiesa que se aburre en este mundo y detesta la solemnidad estirada de ciertos salones.
Su primer flirteo había sido, a los doce años, el argentino Remigio González Moreno (el primogénito de la familia que dio nombre al pueblo que lleva su apellido en medio de la pampa argentina).
Más tarde coqueteará con Emile d’Audiffret, dueño del castillo que dominaba su barrio en Niza (en 1878, un par de años más tarde, este nizardo emprenderá un periplo alrededor del mundo que dejará plasmado en un interesante diario de viaje reeditado en 2004).
Luego, serán proyectos de matrimonio solo para obtener la independencia que en aquella época le estaba vedada a cualquier muchacha soltera.