Manuel Ascencio Segura

Es considerado como el creador del teatro nacional peruano, junto con Felipe Pardo y Aliaga (1806-1868), con quien a menudo polemizó.

Mestizo de clase media pobre, tenía una gran afinidad con lo popular y los nuevos grupos sociales que emergían en un país recientemente emancipado.

A instigación de su padre, siguió la carrera militar enrolándose en el ejército realista como cadete.

Segura pasó a engrosar la burocracia como empleado del Ministerio de Hacienda.

Por esos años, Segura escribió en diversos periódicos, como 'El Comercio' de Lima, del cual fue redactor.

En 1841 decidió dejar dicho diario para dedicarse a la edición de un periódico propio, titulado La Bolsa.

En este periódico también publicó algunos poemas y letrillas satíricas, como la titulada "A las muchachas".

Consagró su ingenio a la comedia costumbrista y se erigió como el creador del teatro peruano.

Entre 1860 y 1861 fue diputado suplente por el departamento de Loreto, pero su actuación legislativa fue opaca.

Así transcurrió los últimos años de su vida, entre la actividad literaria y animadas tertulias.

A ellos habría que sumar su único ejemplar de género novelístico: Gonzalo Pizarro.

Sus poesías más conocidas son: Para muestra de su habilidad versificadora, su picardía en el uso del lenguaje y sus alusiones desenvueltas a su rival literario (Pardo), he aquí unos ejemplos tomados de La Pelimuertada: Las alusiones a Felipe Pardo son claras: lo de "gente parduzca", que en un sentido recto se refiere a las personas pardas o del pueblo, alude también al apellido de su rival; además, Pardo había traducido a Béranger.

Era una parda criolla, posiblemente de entre 15 a 20 años, que alegraba las calles con sus cantos y música.

Un testimonio de su época lo describe como una negra liberta y que provocaba escándalos en las calles con sus cantares obscenos, pronunciados con su resonante voz.

En total escribió diecisiete piezas teatrales, de las que se han perdido cuatro.

En un fragmento de La saya y el manto, afirmaba que su obra estaba destinada: «a corregir las costumbres / los abusos, los excesos / de que plagado se encuentra / por desgracia nuestro suelo.» Ese espíritu correctivo casi nunca es violento (exceptuando la crítica a las pasiones políticas, al caos institucional, a la falta de patriotismo).

En el fondo no perseguía la estigmatización cruel y sangrienta de nuestras costumbres, sino su moralización.

El lenguaje literario castellano se había vuelto a veces pobre y descolorido dentro de los moldes estilísticos vigentes.

Al lector no advertido del siglo XXI le sorprenderá sin duda encontrar en los diálogos del El sargento Canuto y Ña Catita expresiones populares de actual uso cotidiano («hacerse el sueco», «váyase a freír monos», etc.).

Con toda razón, Ricardo Palma defendió a Segura de quienes de supuesta vulgaridad: «Lo que estos críticos olvidan es que cuando se pinta al pueblo debe pintársele tal cual es.

Es cierto que ambos sostuvieron largas polémicas literario-periodísticas por diversos motivos (por ejemplo, Pardo expresa indignación y moralismo ante el desenfreno de los carnavales limeños; Segura, picardía y entusiasmo ante esta fiesta), y que en ese enfrentamiento lucieron su mejor talento para criticarse el uno al otro, pero no resulta válido encasillarlos en posturas criollistas o anticriollistas.

Fiesta de San Juan en Amancaes. Lima, 1843.
Plaza mayor de Lima a comienzos de la República. Óleo de Juan Mauricio Rugendas, Lima, 1843.
Retrato de Manuel A. Segura. Publicado a principios del siglo XX .
Felipe Pardo y Aliaga