Las lenguas de Norteamérica se reflejan no sólo en los pueblos indígenas del continente, sino también en las colonias europeas.
Los idiomas más hablados de Norte América son el inglés, español y el francés.
El primer contacto conocido entre europeos y nativos del Nuevo Mundo tuvo lugar poco después del año 1000 cuando Leif Erikson puso su pie en 'Vinland', posiblemente la Península del Labrador o cualquier otro sitio entre ese lugar y Maine, y se encontró a los skrälingar, a quienes define como 'colegas pequeños'.
Cuando los europeos colonizaron Norteamérica había unas 300 lenguas nativas, a lo que siguió una historia de erosión, declive y en muchos casos extinción.
Posteriormente se han realizado otras clasificaciones basadas en análisis más técnicos y detallados, de forma que se han establecido las relaciones genéticas definitivas entre muchas lenguas indias norteamericanas, habiéndose reconstruido sus modelos ancestrales: proto-algonquino, proto-atabascano, proto-iroqués, etc.
Sin embargo, esas agrupaciones superiores no tienen tanto consenso y muchas de las macrofamilias propuestas son altamente polémicas.
Edward Sapir propuso un agrupación en 7 superfamilias: Esta clasificación en sólo siete grupos es altamente controvertida y rechazada por la mayoría de especialistas, aun así fue retomada por la aún más polémica clasificación de Joseph Greenberg (1987), que propuso la llamada hipótesis amerindia que reduce el número total de familias en Norteamérica a sólo tres.
Las vocales sordas o sibilantes aparecen en los grupos zuñi, hopi y keres (todas ellas habladas por las gentes de la etnia Pueblo), las lenguas yuto-aztecas y el grupo cheyene, de la familia algonquino-ritwan.
También hay lenguas rituales que tienen formas especiales del habla para las ceremonias, como las zuñi, iroquesas y algunas más.
Se emplea en situaciones de cortesía y aparece en kickapoo (algonquina-ritwa), que es una lengua mexicana próxima a Texas.
En español, por ejemplo, si alguien dice: "Pepe vio a Maite cuando salía de su casa", el oyente no puede saber ni quién salía ni de quién es la casa, porque no existe la referencia selectiva.
Esta distinción la muestra, por ejemplo, la lengua karok, que en el prefijo pa- indica el empleo de la boca.