Empezó como un pequeño artefacto pirotécnico acoplado a una lanza, empleado para ganar una ventaja crucial al inicio de una melé.
En las posteriores lanzas de fuego más grandes y pesadas, se descartó la punta de lanza, ya que eran demasiado voluminosas para ser empleadas en un combate cuerpo a cuerpo.
[4][5][6] En 1163, se acoplaron lanzas de fuego a los carros de guerra conocidos como "carros a voluntad", empleados para defender los fundíbulos móviles que lanzaban artefactos incendiarios.
Estos protocañones que disparaban proyectiles sueltos, conocidos como "eruptores", fueron los antepasados del cañón de mano.
[7] Para 1280, las entidades políticas del Medio Oriente habían comprado lanzas de fuego.