Fray José de Sigüenza la describe como un parque que evoca el Paraíso.
El paraje posee un importante patrimonio natural, histórico y artístico.
En 1562, un año antes de colocarse la primera piedra del Real Monasterio, Felipe II empezó a interesarse por los parajes cercanos a este edificio, con la intención de adquirir terrenos, destinados a un doble objetivo: su explotación agropecuaria y cinegética —aspecto que resultaba clave para el mantenimiento de la comunidad monacal y cortesana que residía en el monasterio— y su utilización como lugar de recreo.
Junto con esta función, el recinto cumplía una finalidad de descanso y esparcimiento, tanto para los monjes del monasterio de San Lorenzo de El Escorial como, fundamentalmente, para el rey Felipe II, que lo frecuentaba asiduamente.
Tales fincas fueron subastadas, incluyendo el núcleo central de La Granjilla (donde se sitúa el conjunto monumental renacentista), que siguió conservando este nombre.
El recinto integra tres construcciones principales, alineadas unitariamente, los jardines renacentistas y los estanques: