Esto había quedado demostrado, por ejemplo, durante el asedio de Leiden en 1574.
En 1629, el príncipe Federico Enrique dio inicio a la ejecución del plan.
Se construyeron esclusas en fuertes y diques, y se erigieron pueblos fortificados en puntos estratégicos a lo largo de la línea, cuyos cañones cubrían los diques que atravesaban la línea de agua.
El nivel del agua en las áreas inundadas era cuidadosamente mantenido a un nivel lo suficientemente profundo como para hacer que los avances a pie fueran precarios, pero lo suficientemente pando como para hacer imposible el uso efectivo de embarcaciones (aparte de las barcazas de fondo plano que usaban los defensores neerlandeses).
Asimismo, obstáculos adicionales como zanjas o las llamadas trous de loup (lit. bocas de lobo, trampas cazabobos en las que se enterraban estacas Punji), y muy posteriormente alambre de púas y minas terrestres, fueron puestas escondidas bajo el nivel del agua.
En invierno, el nivel del agua podía ser manipulado para debilitar la capa de hielo, mientras que el hielo mismo podía ser usado al romperse para formar obstáculos adicionales que dejarían a las tropas que avanzaran expuestas al fuego de los defensores durante más tiempo.
En 1794 y 1795, los ejércitos revolucionarios franceses lograron superar el obstáculo que planteaba la línea de agua holandesa, pero sólo gracias a las fuertes heladas que habían congelado las zonas inundadas.
Existe un renovado interés en la línea de agua por su belleza natural, y se organizan recorridos en bicicleta y rutas de senderismo que tienen como tema la línea.
Fuertes construidos explícitamente para defender una ciudad o aldea son mencionados con la ciudad/pueblo correspondiente entre paréntesis.