Su empresa, la Casa Arana, se convirtió en 1907 en la Peruvian Amazon Rubber Company, con participación de capitales británicos y con sede en Londres.[1] En 1889 se trasladó a Iquitos y en algunos años amplió sus operaciones caucheras en las riberas del Putumayo.Sus tradiciones como el cultivo, la caza y otras actividades propias de sus comunidades les fueron entonces prohibidas.Su creciente poder le permitió adquirir gran número de explotaciones caucheras en la margen colombiana del Putumayo.En las explotaciones caucheras de la Peruvian Amazon Rubber Co., guardias armados obligaban a los indígenas al trabajo sin descanso.Había allí dependencias donde se les torturaba si no aportaban las cantidades de caucho requeridas.Entre estas se hallaba la Peruvian Amazon de Julio Arana, cuyos accionistas y directivos eran británicos.[7] Estas noticias tuvieron mucho eco en Inglaterra, país cuyos políticos buscaban pretextos para intervenir en Sudamérica.[6] En 1910, la Corona británica envió al cónsul inglés en Río de Janeiro, Roger Casement, para que investigara los hechos.Así como otros abusos de violaciones y concubinatos forzosos impuesto a las mujeres indígenas.Su informe se publicó en julio de 1912, que quedó plasmado en el Libro Azul Británico.[8] Casement envió a las autoridades peruanas la lista de los inculpados en los crímenes, que sumaban 255 personas.[6] Los inculpados más prominentes huyeron, por lo que nunca fueron juzgados y al final prescribieron los delitos.En 1913, Arana tuvo que defenderse ante la Cámara de los Comunes en Londres, donde se había creado una comisión especial para investigar los crímenes del Putumayo.[9] Arana adujo a su favor que él no había tenido una vigilancia directa y personal sobre los métodos empleados para la recolección del caucho, por lo que ignoraba si se habían cometido las crueldades espantosas que se achacaba al personal subalterno, entre ellos los negros de Barbados, así como a algunos de sus directores, entre ellos el colombiano Ramón Sánchez y el boliviano Armando Normand.[6] Hay que tener en cuenta contexto internacional entre Perú y Colombia para entender el estallido del llamado escándalo de Putumayo.Cuando el senador titular, Julio Ego-Aguirre Dongo, asumió como ministro de estado, ocupó dicho escaño durante varios años.Por su parte, casi un siglo atrás, ya el escritor colombiano José Eustasio Rivera había denunciado los crímenes de la casa Arana en su novela La Vorágine (1924).
Julio César Arana con sus trabajadores.
Mapa con la demarcación de los territorios fronterizos en disputa entre Perú y Colombia, y que pasaron a este último país por el Tratado de 1922.