Jorge Luis Herrera

Hibridismo y nuevas tendencias en la literatura española e hispanoamericana (Sevilla: Editorial Renacimiento, 2018), Tuércele el cuello al cisne.

Guerra, sociedad y familia (Sevilla: Universidad Maria Curie-Skłodowska/Editorial Padilla Libros, 2015), Hacerle al cuento.

Encuentros con Inés Arredondo (México: UAM / JP, 2005); en el suplemento cultural “El Ángel” del periódico Reforma; en las revistas Barca de palabras, El Búho, Casa del tiempo, Ciencia Ergo Sum, La Colmena, Crítica, Desarrollo académico, Lenguaraz, Literal, Luvina, Opción, Pliego 16, La Palabra y el Hombre, Romance Notes, Ritmo.

Estas preguntas se imponen ante el libro de Jorge Luis Herrera (y Zamudio).

Veintidós textos —que no capítulos— integran este libro, correspondientes a géneros diversos, como el cuento, el apunte de diario, el poema, el fragmento suelto, la fábula (aunque sin moraleja), el palíndromo... ¿Cómo orientarse entonces con respecto a la obra?

Los textos están organizados en seis secciones de carácter misceláneo, digresivo o, si se prefiere, experimental.

Aunque una primera y tímida aproximación a la obra da la sensación de unidad entre sus elementos, no es suficiente para contrarrestar la impresión contraria”.

Los criterios para la selección fueron la composición y el encuadre, pues aspiro a transmitir sensaciones e ideas particulares (por ello, en algunas imágenes también resalté el ritmo) […] el siguiente reto en la hechura de este proyecto fue hallar la forma de enlazar la fotografía con la literatura.

Opté por escribir un cuento tanto por ser uno de mis géneros predilectos como por considerar que sus características eran las idóneas para mi propósito.

Confieso que me representó un gran desafío concebir el texto a partir de imágenes variopintas.

Primero redacté frases espontáneas, con un aliento poético, que aludían —directa e indirectamente— a las fotos.

Así logré vislumbrar diversos vínculos entre las fotografías, lo que les otorgó un sentido narrativo y, por ende, un orden.

Asimismo, son frecuentes las referencias a obras de otras disciplinas artísticas (pictóricas, musicales y cinematográficas, principalmente).

En ese sentido, la humanidad es más auténtica cuando se manifiesta en lo monstruoso, y el mayor descubrimiento sucede cuando se develan los secretos y maravillas inscritos en la textura del mundo: bruma, reflejos, oscuridad, piedra, raíces, agua, nubes, hojas.

Estas aspiraciones, propias de una sensibilidad digamos surrealizante, también se perciben en este libro”.

no es un libro para cualquiera; se necesita tener gusto por el humor negro, disfrutar la ironía, conocer el lenguaje soez y el doble sentido, y, sobre todo, recordar que la obra de Jorge Luis Herrera es apta para lectores con un criterio, si no amplio, por lo menos parcialmente libre de prejuicios”.

En todas sus facetas esgrime la pasión por acceder a estados de belleza, conciencia, verdad estética.

Los sitios marcados en el mapa viajero de Jorge Luis Herrera —que encontramos cuidadosamente señalados al final del libro: Argentina, Bolivia, Canadá, Chile, Marruecos, México, España, Estados Unidos, Países Bajos, Perú, Polonia, Rusia— resultan infructuosos puntos de referencia para orientarnos.

O podemos abrir una hoja al azar y buscar la alquimia que se genera en la interacción de texto e imagen.

Las reglas de este juego exigen al lector/espectador que ejerza su propia libertad creativa y permita —se permita— lo inesperado.

También es posible encontrar en este libro una oportunidad para rebelarse frente a las anquilosadas jerarquías que supeditan la imagen al texto.

Sus narraciones son delirio, pesadilla, soliloquio enfermo y frialdad de rostro en la bruma.

Para ser transformados en palabras cargadas de pesadumbre, estos seres extraños y escasos vierten recuerdos plagados de esa materia extraña —soterrada y profunda, anota Ricardo Garibay— llamada melancolía.

En esa última estancia, la voz narrativa, diseminada entre soliloquios y delirantes fragmentaciones lastimosas a lo largo de la novela, advierte: ‘El Cínico estaba tan acostumbrado a mentir que mentía cuando incluso suponía que estaba diciendo la verdad (por ello siempre quiso ser escritor)’”.

Tarea lograda con creces, pues toda la obra está impregnada de agudeza, inteligencia, manejo preciso del lenguaje, guiños e invitaciones a apostarle una y otra vez a la literatura.

Cabe destacar el preciso empleo del humor: ácido, negro, involuntario, mordaz, siempre acertado”.

Alfredo Pavón (La Palabra y el Hombre)[20]​ “Haré hincapié en un aspecto que desde mi perspectiva es fundamental: la certeza de estar ante un libro ampliamente disfrutable, cuya prosa ágil parece querer distraer al lector de los muchos pensamientos y dudas que lo asaltan”.

Raquel Mosqueda-Rivera (La Colmena)[7]​ “L@ Virgen del Internet es una novela extraña, muy singular, en la narrativa mexicana contemporánea.

Estas hijas predilectas del humor negro surgen una y otra vez en la prosa de Herrera”.

Y es posible saber de este hallazgo gracias a las entrevistas de Voces en espiral, pues en cada afirmación, en cada duda y cuestionamiento, el escritor, tan voraz e indefenso, deja ver desde la ventana literaria, su gesto asustado o indolente”.

Autorretrato
Foto de Elena Juárez / Coordinación Nacional de Literatura-INBA