[1] Tiene su origen en el huerto tradicional europeo de pequeña extensión y por lo general dedicado al consumo familiar o la venta al por menor,[2] síntesis de las culturas mediterráneas septentrionales (griega, romana y bárbara) y las meridionales (egipcia, mesopotámica y luego musulmana) del tipo conocido en italiano como «giardino dei simplice», o pequeño huerto doméstico.
[7] En el mejor de los casos, estas experiencias comunitarias o sencillamente familiares habilitan un sistema de producción continua en el que se aporta trabajo y conocimiento todo el año y se obtienen hortalizas frescas, frutas y hierbas aromáticas.
[9] En algunos centros educativos, se montan pequeños huertos escolares en grandes mesas de cultivo.
[cita requerida] Muy diversos autores de la literatura española le han dedicado versos y prosas al ancestral motivo del huerto.
El trébol para las niñas pone al lado de la huerta, porque la fruta de amor Tampoco pueden olvidarse el verso dedicado a «un huerto claro donde madura el limonero» en el autorretrato de Antonio Machado, o el escrito por Miguel Hernández en su Elegía a Ramón Sijé: «Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, compañero...» También han dejado su indiscutida sabiduría popular en el refranero en proverbios y ‘consejas’ como, por ejemplo:[12]