Entredicho
Originalmente el entredicho general prohibía administrar todos los sacramentos a excepción del bautismo a los recién nacidos y el viático (no la extremaunción) a los moribundos, pero pronto se hizo patente que este tipo de sanciones ocasionaba más perjuicios que beneficios: Así, con el paso de los años la Santa Sede fue relajando su rigor: Inocencio III permitió la predicación del evangelio y la confirmación a los bautizados y la penitencia a los cruzados y peregrinos; Gregorio IX consintió en la celebración de una misa semanal, que habría de oficiarse a puerta cerrada; Bonifacio VIII autorizó la penitencia a todos los fieles, e hizo diaria la misa semanal, aunque ésta siguió celebrándose privadamente, en voz baja y sin tañer de campanas.[9] Sin embargo este procedimiento fue muy inusual antes de Gregorio VII (1073-1085),[10] y no se hizo habitual sino con Inocencio III (1198-1216), que durante su pontificado llegó a promulgar 57 sentencias de este tipo.[12] De entre los más recientes es destacable el que el obispo de Corpus Christi (Texas) René Henry Gracida formuló contra los políticos proabortistas en 1994, que poco después justificó públicamente.[15] (esto de la consanguinidad entre los contrayentes tenía un trasfondo político más que moral, pues antes y después la Santa Sede había concedido dispensas en casos similares[16]).Las fricciones entre las autoridades civiles y las religiosas dio pie a otros entredichos famosos.