En 1687 el convento fue de nuevo derruido para ser inmediatamente sustituido por otro mayor y más acorde con la estética barroca del momento.
El nuevo convento estuvo acabado en 1695 y el proyecto fue obra de fray Antonio Falcón.
De tal manera que, de la misma manera que el perro del señor cuida las ovejas y ahuyenta a los lobos, los frailes dominicos cuidaban las almas y ahuyentaban a los herejes.
Cuenta con un coro alto a los pies de la nave principal, así como tribunas sobre las capillas laterales que conservan la carpintería primitiva.
Lo flanquean dos calles laterales más estrechas que se unen a la central mediante un muro cóncavo.
El enorme portalón de metal, construido con posterioridad, que está anejo a la fachada, distorsiona la visión del conjunto barroco.
Su autor es Vicente Berdusán y está fechado en 1672; así pues, es anterior a la construcción del retablo.