Pierlot y Spaak fueron severamente censurados por Paul Reynaud, presidente de Francia y por el mariscal galo Philippe Pétain, siendo acusados de no poder controlar eficazmente al rey Leopoldo III y que la rendición del ejército belga dejaba desguarnecido el flanco norte del frente de combate.
La decisión del rey Leopoldo fue vista también muy negativamente en el gobierno británico dirigido por Winston Churchill, lo cual dificultó a Pierlot el reconocimiento de su gobierno como representante legítimo de Bélgica cuando su gabinete en el exilio se instaló en Londres.
Pierlot luchó por mantener una posición digna como jefe del gobierno belga en Londres, pero la situación de su gabinete era excepcional pues los ministros belgas se habían constituido en gobierno legítimo mientras su propio Jefe de Estado, el rey Leopoldo, había capitulado ante los alemanes, caso único entre los gobiernos exiliados pues los monarcas de Noruega, Países Bajos, Yugoslavia, y Grecia siguieron a sus ministros al exilio precisamente para evitar rendirse ante el invasor alemán.
El hecho que el rey Leopoldo hubiese capitulado dificultaba al gobierno exiliado asegurar su posición como único representante legítimo de Bélgica pues obviamente la propaganda del III Reich aseguraba que tal distinción sólo podría recaer en el Rey.
Terminado su periodo gubernativo, Pierlot no postuló a un nuevo mandato, y paulatinamente se retiró de la política.