Con esta cifra en la mano, se puede considerar como una verdadera revolución demográfica la sufrida por las tierras murcianas entre los inicios del tercer milenio hasta el 1900 a. C.
[7] En el Calcolítico aparecieron importantes poblados en llanura y en cerros aunque continuaron usándose las cuevas como hábitat.
Algunos poseen murallas y torres, lo que demuestra el avanzado concepto de urbanismo en esta cultura.
Este último terminaría en torno al 750 a. C. e iría a enlazar con la primitiva Edad del Hierro.
De hecho, fue desde Qart Hadasht donde partió la famosa expedición que Aníbal realizaría contra los romanos.
En la actualidad quedan restos arqueológicos de estas villas en Los Torrejones (Yecla), Los Villaricos (Mula), La Quintilla (Lorca), El Paturro (Portmán), Los Cipreses (Jumilla) o Los Cantos (Bullas), así como restos de factorías en Mazarrón y Águilas.
A partir del I a. C., Carthago Nova, que pertenecía a la provincia romana de la Tarraconense, vivió una gran expansión con construcciones tales como edificios públicos, templos, un foro, un gran teatro y un anfiteatro, todos ellos ordenados por Octavio Augusto y sus sucesores.
Diocleciano queda a cargo de este último, mientras Maximiano gobernará el primero.
La decadencia del Imperio romano, en el siglo V, genera una anarquía de gobierno que se ve suplida parcialmente por la aristocracia local y por la organización eclesiástica cristiana.
Produciéndose años después la Batalla de Cartagena (461) entre la armada romana y la vándala, donde el emperador Mayoriano fue derrotado.
Sin embargo, la inestabilidad política del nuevo pueblo invasor permitió a los romanos, ahora bizantinos, recuperar en 552 la zona costera desde Alicante hasta Cádiz, provincia a la que llamarían Spania con capital en Carthago Spartaria.
Tras la reconquista visigoda de Carthago Spartaria (Cartagena), la ciudad entró en decadencia, potenciándose Orihuela.
Para evitar cualquier otra invasión por mar, los visigodos formaron una especie de provincia militar cuya capital era Lorca.
No fue hasta la segunda mitad del siglo XI cuando la ciudad de Murcia encabezó su primer reino taifa independiente.
La nueva Taifa de Murcia alcanzó gran hegemonía gracias a Ibn Mardanish, el Rey Lobo, que mantuvo relaciones amigables con los reinos de Castilla y Aragón y organizó la resistencia contra el nuevo pueblo norteafricano que pretendía controlar al-Ándalus: los almohades.
En 1172 los almohades tomaron Murcia, última ciudad que les quedaba por conquistar de al-Ándalus.
[23] Sin embargo, la estabilidad duró poco ante las sublevaciones contra Ibn Hud ocurridas en diversos lugares como Arjona (siendo el origen del reino nazarí), el avance de la conquista cristiana (bajo su mandato cayó Córdoba en 1236) y la propia muerte de Ibn Hud en 1238, quedando su reino reducido al sureste ibérico.
Sin embargo, diversos núcleos de la taifa no aceptaron el tratado, tales como Mula, Cartagena y Lorca.
[28] Este cambio fronterizo motivó la especial incidencia que tuvo la guerra de los Dos Pedros en el reino a mediados del siglo XIV.
Fueron los Reyes Católicos quienes lograron poner fin a esta inestabilidad y asentar un orden social estable.
Al comenzar la centuria se desencadenó la Guerra de Sucesión, en la que el antiguo reino se vio envuelto, teniendo un importante papel en la victoria borbónica la acción del Cardenal Belluga, nombrado virrey de Murcia por Felipe V.
Se realizaron numerosas infraestructuras hidráulicas que propiciaron la especialización de los cultivos (frutales, legumbres y hortalizas, pero también uva en el Altiplano).
[33] Durante la Guerra de Independencia, la región murciana se manifestó desde el principio fiel a la causa antifrancesa.
Allí pasaría los dos años siguientes, aunque no abandonó la actividad conspirativa gracias a su esposa que lo visitaba en la cárcel y le hacía llegar papeles clandestinos.
[36] En 1821 los absolutistas se levantaron en armas en algunas ciudades pero en Murcia fueron encarcelados antes de que pudieran organizarse siquiera.
Mientras tanto los realistas aprovecharon la inestabilidad para sumar adeptos incluyendo al famoso bandolero Jaime el Barbudo.
El general Torrijos había sido destinado a Cartagena para defender la plaza, siendo junto con Espoz y Mina en Barcelona los últimos militares que resistieron, iniciándose la denominada Década Ominosa (1823 1833).
A pesar de la escasa incidencia que tuvo el conflicto bélico en la zona, dos murcianos tuvieron una importante papel en la misma, del lado liberal Juan Palarea y Blanes y del lado carlista Rafael Maroto.
Los profundos cambios promovidos desde el Estado modificaron la naturaleza de la oligarquía regional, que, progresivamente, supo captar las ventajas que los nuevos valores burgueses le reportaban, propiciando también a los ricos comerciantes insertarse, definitivamente, como terratenientes.
Sobre las 18:15 recibió el impacto de un cóctel molotov arrojado por un manifestante no identificado, que acabó en un rápido incendio, sofocado más tarde por los bomberos.