A finales del siglo V a. C., los samnitas, instalados en los Abruzos, descendieron de sus montañas para ocupar la llanura litoral.
Hasta comienzo del siglo V a. C. Campania se mantuvo fuera de las invasiones germánicas.
Se instaló así la dinastía suaba de los Hohenstaufen, cuyo representante más destacado fue Federico II, quien impulsó la vida cultural, económica y administrativa del reino.
Tras numerosas revueltas feudales y revoluciones palaciegas, el periodo angevino concluyó en Nápoles en 1442 (época en que, sin embargo, se constituyó de iure la identidad política napolitana), al ser tomada por el rey Alfonso V de Aragón.
La aristocracia napolitana levantó durante esta época numerosos palacios suntuosos, mientras que la Iglesia de la Contrarreforma construyó numerosas iglesias y monasterios, y en el campo, en los alrededores del Vesubio, se salpicaba de residencias veraniegas.
Su puerto era muy activo, y las galeras velaban por la libre circulación de los buques cristianos amenazados por los piratas berberiscos en el mar Tirreno.
Este periodo de prosperidad se acabó en el segundo cuarto del siglo XVII.
Comprometida en guerras ruinosas, España aumentó la presión fiscal y Nápoles se rebeló en 1647.
La crisis del siglo XVII culminó en 1656 con la gran epidemia de peste que asoló en pocos meses Nápoles y la Campania.
La capital perdió casi tres cuartas partes de sus habitantes y se quebró su vitalidad económica.
[7] En los primeros años de gobierno, María Carolina se mostró tolerante con los movimientos republicanos.
Pero el general francés Championnet contraatacó y el ejército napolitano no fue capaz de resistir, retirándose hacia Nápoles y entregando a los franceses todas las fortalezas de los territorios septentrionales del reino, incluyendo Gaeta.
[8] En su marcha hacia Nápoles, el general Championnet se encontró con una fuerte resistencia de campesinos en Abruzzo y Lacio, destacando la que organizó Michele Pezza, apodado Fra Diavolo.
Con el apoyo del emperador francés Napoleón III, ya se había anexionado la Lombardía, Véneto, Módena y Parma.
También planeaba ocupar el Reino de las Dos Sicilias y los Estados Pontificios para obtener así la unificación italiana.
Solo en este momento el rey Francisco II de Nápoles se percató del peligro que corría.
[17][18][19] Ya con la capital meridional tomada, el 8 de octubre, el gobierno piamontés emitió un decreto que indicaba un plebiscito a sufragio universal masculino en toda Italia para ratificar la anexión al Piamonte.
La fórmula era: El pueblo quiere una Italia unida e indivisible con Víctor Manuel II como rey constitucional y sus sucesores.
Durante la II Guerra Mundial, Campania se convirtió en un campo de batalla tras el desembarco aliado en Sicilia.
En la posguerra Nápoles se vuelve en una gran aglomeración que desborda ampliamente su antiguo perímetro histórico.
En la ciudad antigua típicamente mediterránea se codean las oficinas de grandes compañías nacionales e internacionales, las administraciones y una población pobre entregada a la artesanía tradicional y a la economía sumergida.
Su construcción comenzó en 1985 y contó con diseños de arquitectos tan prestigiosos como Renzo Piano.