En 1990 obtuvo el premio Goya a la mejor interpretación masculina de reparto por la película ¡Ay, Carmela!.
En 1988 rodó "Amanece que no es poco" (Candidata al Goya por mejor guion original, entre otras categorías) de José Luis Cuerda.
Su composición de rey botarate, que despertaba a los placeres del sexo gracias al encuentro placentero con una prostituta, lo consolidó en el panorama nacional.
El primero tuvo lugar en la filmación de "Tierno verano de lujurias y azoteas", donde le dirigió por segunda vez Jaime Chávarri, quien le encomendó mantener en la ficción un idilio con Marisa Paredes.
El segundo tuvo lugar en "Belle Époque", donde volvió a coincidir con Fernando Fernán Gómez.
Precisamente esa imagen débil le permitió acceder a un importante papel en "Los peores años de nuestra vida" (Emilio Martínez Lázaro, 1994), si bien en esta ocasión ofreció una ligera variante: Gabino seguía siendo el débil del cine español, pero también un ser con facilidad de palabra, generoso, lúcido y que sabía aceptar la derrota; un joven alérgico al trabajo estable, que se ganaba la vida como profesor de inglés y acostumbrado a ser ese alguien especial con quien sueñan las mujeres.
En 1998 protagoniza "La hora de los valientes" (Antonio Mercero), en la que su aparentemente insignificante personaje se transformaba en una persona heroica: Gabino quería desprenderse de su imagen preestablecida, cuestionándola desde sus cimientos más básicos.