Este apodo se hizo tan generalizado, que incluso la planta decidió tomar dicho nombre como una designación oficial del vehículo.
Aparte era muy difícil (si no imposible), la adquisición de un coche extranjero (la mayoría estaban destinados a la élite del presidium comunista), dado que el złoty no era intercambiable, tal como en otros países comunistas, y aparte; el mercado estaba fuertemente regulado por el estado, siendo el mercado libre regido por las mafias del contrabando.
Las autoridades también podían otorgar cupones para la adquisición de un automóvil con base al mérito obtenido por cada individuo y su fidelidad a los ideales comunistas.
En Rusia puso competencia al un similar, el Lada Oká, con el que compartía la concepción de ser un coche para las masas.
En Brasil fueron comercializadas pocas unidades, ya que la producción del similar y base de su diseño, el Fiat 126; le dificultaron su entrada.