Ferdinand Bellermann

En Weimar, Bellermann hizo buenas amistades que mantuvo por décadas, y con toda certeza disfrutó del ambiente artístico de la ciudad.

Es posible que la intención haya sido que una vez terminado el curso, el joven entrara a trabajar en una fábrica de porcelanas propiedad de unos parientes en Volkstedt, Turingia.

Sin embargo, esta orientación profesional fue sólo una ilusión, pues la vista del artista en ciernes era demasiado débil para la pintura de porcelanas, así que debió interrumpir su aprendizaje y regresar a Erfurt, en donde permaneció hasta el año 1833, cuando inicia sus estudios en Berlín.

[3]​ Para el joven pintor, Preller fue un importante iniciador, con quien compartía, además, idénticas ansias de viajar que los llevó a incursionar juntos por los alrededores inmediatos de Turingia, por la isla Rügen en el mar Báltico y finalmente por Noruega, pasando por Bélgica y Holanda, en 1840.

Tenía buenos conocimientos de botánica, gracias a sus frecuentes viajes con investigadores como Karl Moritz y Nikolaus Fünck.

Recorrió gran parte del territorio venezolano produciendo una extensa obra pictórica, constituida por dibujos al creyón, apunte, dibujos a lápiz, pinturas al óleo, en los cuales plasmo vistas urbanas y costumbres típica del territorio venezolano.

Sus tipos humanos se reducen a unos pocos representantes de la población, como indios guajiros y llaneros.

El 3 de noviembre de 1844 llegó a Mérida, cuyos nevados y flora andina interesaban a Humboldt, quien no había podido conocer los Andes estando en Venezuela.

Su dibujo es minucioso hasta el más mínimo detalle siendo preciso y fluido.

Vista del Fortin Solano de Puerto Cabello (1843) 16,4 x 36,2 cm.
Vista de Cumaná desde el viejo castillo. 1843. Óleo sobre cartulina. 21 x 26 cm.
Subida hacia La Pólvora, La Guaira
Una calle de La Guaira
Puesta de sol en el Orinoco (1843) Óleo sobra tela 17.1 x 26.7cm.
Ruinas de la Iglesia de la Santísima Trinidad en Caracas