No muy lejos existían pequeñas fincas destinadas desde la época colonial al cultivo de café y frutales.
Tuvo una hija de nombre Anna (1840-1879), quien casó con Heinrich Müller (1812-1881) siendo ambos enterrados en el mausoleo familiar, y un hijo llamado Oswaldo Knoche que vino graduado en medicina de Alemania y se residenció en Puerto Cabello.
La esposa del Dr. Knoche, debido a la soledad que le provocaba vivir en la Hacienda "Buena Vista" decide regresar a Alemania y allá muere en fecha que aun se desconoce.
Knoche creó un líquido que se inyectaba en el torrente sanguíneo y conservaba al cadáver sin necesidad de extraer sus órganos.
Igualmente, momificó hasta sus perros y los convirtió en guardianes de la entrada del mausoleo.
Aunque la última sobreviviente de Bella Vista parece haber consultado con el cónsul alemán de la época, Julius Lesse, acerca de redactar un documento en el que constara que su última voluntad era que su cuerpo fuese cremado y las cenizas arrojadas al mar; el mismo doctor Lesse y Carlos Enrique Reverón subieron a Bella Vista, inyectándole la dosis preparada para ella 20 años antes por el mismo Knoche, luego cerraron la puerta del mausoleo y las llaves fueron lanzadas al mar.
Dicha propiedad según Hellmund Straka, la reedificó en el año 1880 y la adquirió por 70.000 Bs, que llamó “Buena Vista” ubicada a 1015 m s. n. m. debido a la excelente vista que se tenía del Litoral central.
Aunque debido al crecimiento de los arbustos y personas que abren agujeros en las paredes, se ha generado una enorme grieta.
Básicamente la residencia la diseñó Knoche al estilo tradicional de la región alemana Selva Negra.
Según Eduard Rosswagg, quién realizó una excursión en 1961 a Buena Vista, se entrevistó con José Ravelo que vivía allí desde 1954 por compra de hipoteca a Manuel Acevedo Muller, se desconoce si era descendiente de Heinrich Muller, yerno de Knoche, quién a su vez destruyó la casa buscando un "entierro".