Félix Urabayen
Su hiperestesia le hacía ser bastante hipocondriaco; odiaba los viajes y padecía un temor irracional a las tormentas.Durante la mayor parte de la Guerra Civil estuvo en Valencia y Alicante desempeñando distintos puestos culturales.Como novelista, Luis Sánchez Granjel, citando a Eugenio de Nora, lo sitúa entre los costumbristas; sin embargo, pertenece más bien a la corriente de novela social y crítica de su época, formada también por Manuel Ciges Aparicio y Eugenio Noel; él mismo se consideraba novecentista; así lo considera Felipe Pedraza, aunque también lo sitúa entre los epígonos del 98 por sus inquietudes regeneracionistas, y algunos incluso lo tienen por noventayochista rezagado; el caso es que tenía ideas propias en casi todo; por ejemplo, llamaba a su propia generación la «de 1918».Urabayen dedicó ciclos novelísticos a los lugares que mejor conocía: Navarra y Toledo.[1][2] Urabayen echó raíces en Toledo, dedicando a la ciudad del Tajo sus mejores páginas.A partir de su colaboración en el periódico madrileño El Sol y bajo el título genérico de Estampas publica más de ochenta artículos dedicados a pueblos toledanos y navarros que, posteriormente, se recogerán en sus libros Serenata lírica a la vieja ciudad y Vidas difícilmente ejemplares.Desde su atalaya del Hotel Castilla, este regeneracionista liberal, que pasó veinticinco años en Toledo, sentía un profundo dolor por el destino de una ciudad apática saqueada y vendida por anticuarios y chamarileros con el consentimiento total de las autoridades locales.