La extensión universitaria, iniciada en el siglo XIX en Europa, se proponía llevar conocimientos universitarios a los sectores sociales que no accedían a la universidad por medio de cursos, conferencias, grupos de lectura, etc.
Para contribuir a remediar problemas sociales no era suficiente llevar “afuera” los conocimientos ya existentes en la Universidad; era necesario que se produjeran cambios importantes “dentro” de ésta.
Hago votos por que la Universidad argentina adopte como lema el obstinado rigor que Leonardo preconizaba como la regla para los trabajos del espíritu…Que profesores, graduados y estudiantes coincidan en este designio de servir con fidelidad al país, a la justicia y a la verdad.— José Luis Romero[1]En esta nueva etapa de la UBA se originó un cambio sustancial en la concepción de su misión social y de la extensión universitaria que debía implementarse.
Debía brindar servicios para atender a sus requerimientos, pero al mismo tiempo investigar estos problemas y posibilitar la formación de profesionales deseosos y capaces de abocarse a su solución.
El trabajo debió interrumpirse tras el golpe militar de 1966 que derrocó al Presidente Arturo Umberto Illia, intervino las universidades y reprimió a profesores y estudiantes en la Noche de los Bastones Largos.
Si bien la experiencia uruguaya no se denominó “extensión universitaria”, puso énfasis en la necesidad de contacto directo del estudiante con la realidad social para su mejor formación y dejó profundas huellas en los pobladores y en cientos de maestros.
Allí se sientan las “Bases para la Nueva Organización de las Universidades Nacionales”.
Proyección al pueblo de la cultura universitaria y preocupación por los problemas nacionales.
[7] Las funciones que la sociedad ha atribuido a las universidades varían en distintas épocas y lugares.
La nueva concepción de la extensión universitaria que se instauró en 1956 se fue elaborando durante los años previos: por fuera de las aulas, estudiantes reformistas -y humanistas- y jóvenes graduados estudiaban, debatían, reflexionaban, y junto con varios profesores, ideaban la Universidad que el país necesitaba.
Las universidades eran, en Latinoamérica, las únicas instituciones capaces de ocupar esa función vacante.
[…] La actual estructura de la Universidad latinoamericana […] no constituye el instrumento eficaz que la sociedad y la cultura de los países latinoamericanos requieren hoy para afrontar sus necesidades materiales y espirituales.
Entre 1956 y 1966 la Planta Piloto de Isla Maciel realizó un trabajo comunitario integral que abarcó varias áreas, todas ellas interrelacionadas: salud, vivienda, deserción escolar, tiempo libre, servicio social, y asociacionismo.
En 1957 los vecinos solicitaron al DEU asesoramiento para constituir una Cooperativa de Consumo.
En 1963 el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) preadjudicó un crédito destinado a la Cooperativa y lo adjudicó en 1966.
En 1967 comenzó la construcción, que finalizó en 1972 con la inauguración de 198 viviendas (la “primera etapa” del proyecto).
Al mismo tiempo había talleres de iniciación laboral y derivación a cursos técnicos.
[15] Es así que el encuentro organizado en 1950 por UNESCO en Kreusztein-Mondsee, Austria, aparece denominado como Seminario de Estudios sobre Educación Popular en francés y castellano, y en inglés el mismo encuentro se titula Seminario Internacional sobre Educación de Adultos[16].
Desde mediados de siglo se la caracteriza como aquella educación que estimula la promoción y transformación social solidaria junto con una formación personal integral.
[19] Durante la Segunda República Española, desde 1931, se desarrollaron las Misiones Pedagógicas, una “escuela ambulante”, con la cual unos cientos de voluntarios recorrieron unas siete mil aldeas y pueblos, con la “finalidad de difundir la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana”; entre 1931 y 1936 crearon bibliotecas, llevaron libros, dieron funciones de teatro, títeres, cine, música, dieron cursos para maestros.
[15] Promueve el pensamiento lógico, la sensibilidad ante la complejidad del mundo (dialéctica), y la ética de la responsabilidad social.
[24] Freire, activo católico progresista, tuvo acceso desde los años 30 a la corriente de la Nueva Escuela o educación progresista introducida en Brasil por Anisio Texeira,[25] quien estudió con Dewey a fines de los años 20.
[29] Una vez aprehendido el vocablo, al usar las sílabas para hacer nuevas palabras y luego ilustrarlas plásticamente, el alfabetizando percibe su capacidad de crear.