En la Edad Media y tras el pillaje de los bárbaros, las antigüedades no suscitaron tanta admiración.
Se extiende la costumbre en las universidades de hacer un «grand tour» mediterráneo tras los estudios universitarios para aprender idiomas e iniciar colecciones.
Surge al mismo tiempo en Italia la "Etruscomanía" con el descubrimiento de grandes y ricas necrópolis.
Al final del XVIII y comienzo del XIX la demanda de antigüedades por parte de los estados y los coleccionistas se hace tan grande que se crean los grandes museos, como por ejemplo el British Museum (1753), uno de los más polémicos y criticados (junto al Museo del Louvre) por la forma en que consiguió hacerse con un rico patrimonio.
Como en Grecia no hay un poder político sólido durante la primera mitad del XIX, continúa el expolio.
La Independencia de Grecia cambia las cosas: la joven nación promulga una ley para proteger su patrimonio artístico.
Heinrich Schliemann, un coleccionista, desentierra Troya y se lleva el llamado Tesoro de Príamo sin permiso.
Los beduinos rompen y destrozan un bien tan importante descubierto en un saqueo como los Manuscritos del Mar Muerto... para venderlo mejor.
Desde Heinrich Schliemann y Mortimer Wheeler no ha cambiado nada la destrucción inexorable de los datos arqueológicos.
Los yacimientos arqueológicos se degradan a una velocidad cada vez más grande y nadie los vigila ni estudia.