La revuelta fue sofocada por el propio emperador, en ese momento en campaña contra Boleslao II de Bohemia, y por su sobrino, Otón I, duque de Suabia y Baviera, que había sustituido a Enrique el Pendenciero en el Ducado de Baviera el año 976, cuando el emperador Otón II sofocó una revuelta anterior del padre del obispo Enrique, Burcardo y de su señor feudal, Enrique el Pendenciero.
El levantamiento fracasó porque los ejércitos del duque Otón I y del emperador Otón II coparon a los tres Enriques en Passau, que fue sitiada y rendida.
El obispo Enrique se sometió voluntariamente al tribunal de justicia, que se celebró en la Semana Santa de 978 en la corte imperial de Magdeburgo, donde sus primos fueron condenados a perder sus señoríos y al destierro.
Enrique se ocupó en los años siguientes de su diócesis, que había sufrido sus ambiciones políticas.
Enrique se mostró leal desde entonces al emperador, y cuando Otón II el Sanguinario convocó en 981 a un ejército germano de 2100 hombres de caballería pesada a Italia para luchar contra los musulmanes del Emirato de Sicilia que estaban invadiendo Calabria, entre ellos estuvo el obispo Enrique y 100 caballeros de su diócesis.