Enrique del Moral

Dictó conferencias en foros nacionales e internacionales y publicó libros y ensayos en los que analizó la evolución de los estilos arquitectónicos; reflexionó en torno al pensamiento de aquellos vanguardistas que plantearon una nueva estética en el arte de construir: Le Corbusier y Ludwig Mies van der Rohe –con este último mantuvo una estrecha amistad–; teorizó acerca del funcionalismo en México; debatió sobre temas polémicos en su época, como la integración plástica en la arquitectura, y promovió la conservación de las ciudades, con un singular enfoque de armonía entre tradición y modernidad.

Realizó sus estudios de primaria, secundaria y preparatoria en el Instituto Franco-Inglés, donde conoció a Juan O'Gorman, quien años más tarde también lo seguirá a la ex Academia de San Carlos para estudiar arquitectura.

El viaje a los Estados Unidos le otorgó desde entonces el sobrenombre de “El Gringo” y, de manera más significativa, le aportó la visión de un México devastado y empobrecido pero, al mismo tiempo, inmensamente rico en paisajes, materiales y elementos.

A los 18 años, conoció a José Villagrán García cuando éste era estudiante de arquitectura y compañero de un primo suyo, Eduardo Jiménez del Moral.

Con este maestro, él y su generación iniciaron poco después (1926) el estudio sistemático de una nueva teoría arquitectónica: el “Funcionalismo”, que enfatizaba la idea de que toda obra procede de “un programa que la condiciona y que debe ser minuciosamente analizado y correctamente interpretado para poder abordar con éxito la solución”.1 Los nuevos valores que exaltó esta teoría fueron los de “utilidad”, “sinceridad constructiva”, “valor estético o armonía” y “valor social o moral”.

Todo esto significó un rompimiento definitivo con la arquitectura tradicional y academicista de entonces, que se limitaba a copiar estilos afrancesados o coloniales, ornamentar fachadas y utilizar molduras romanas o griegas.

En esta época participó en proyectos como el Monumento a la Revolución, los hoteles Reforma y Del Prado, con el arquitecto Marcial Gutiérrez Camarena, y la casa de Manuel Gómez Morín (1930), con Juan O'Gorman.

Durante los años treinta, Enrique del Moral inició sus primeros proyectos como arquitecto independiente y, de forma paralela, arrancó su larga y reconocida trayectoria docente en la Escuela Nacional de Arquitectura.

Con Mario Pani, elaboró el plan maestro de conjunto, basado en el anteproyecto de los estudiantes Teodoro González de León, Enrique Molinar y Armando Franco; y ambos, Pani y él, fueron designados arquitectos directores del proyecto.

Fue la primera vez que trabajaron juntos y así lo hicieron durante siete años más, periodo en el que realizaron un total de 22 obras, la mayoría de ellas en Acapulco (el primer aeropuerto, el club de pesca y diversos hoteles y casas), que iniciaba entonces su gran auge como centro turístico.

A partir de los años cincuenta, enfrentó una etapa profesional que le exigió proyectos con mayor rigor técnico y conocimientos más especializados en la atención de programas sociales.

Del Moral proyectó y construyó, asociado con el arquitecto Manuel Echávarri, un total de trece hospitales (cinco más se quedaron en proyecto)5 para el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), en diferentes entidades del país: Distrito Federal, Tabasco, Nuevo León, Tamaulipas, Sonora y Morelos.

Cabe mencionar que durante estos años, no abandonó el magisterio ni sus viajes de estudio al extranjero para conocer obras recientes o impartir conferencias en congresos.

De esa etapa, se derivaron experiencias que han sido invaluables en mi ejercicio profesional.

Enrique del Moral, “El gringo”, como solía llamarlo, pues llegué a tenerle tal confianza en nuestro trato que también le decía “Mi General”, dado que le encontraba cierto parecido con mis tíos generales también.

Las conversaciones que tenía él con Mario Pani, a las cuales siempre los acompañaba, eran de lo más estimulantes.

Recuerdo haber sido invitado con frecuencia a las fiestas que ofrecía en su hermosa casa, donde asistían personalidades muy interesantes.

Al momento de proyectar, sostenía un monólogo como: “soy ventana”, “soy muro”, etc., lo cual sorprendía a quienes lo rodeaban y hablaba de una gran concentración cuando hacía algún diseño.