Allí, ve a una hermosa dama, doña Inés, de la que se enamora.
Más tarde, doña Inés responde a la carta de don Alonso, y Fabia se la lleva.
Esta le explica lo ocurrido y confiesa que su verdadero amante es don Alonso, «el caballero de Olmedo».
La escena es interrumpida por la llegada don Pedro, padre de Inés, lo que impone a Alonso y Tello el esconderse.
Alonso, a pesar de tener una revelación en un sueño en el cual moría, sí que acude por petición del rey.
Iniciada la feria, don Alonso destaca como gran jinete picador de toros.
Mientras tanto, Rodrigo entra en faena, cae del caballo delante de un toro y Alonso le salva la vida.
Rodrigo se enfurece aún más por deberle la vida al hombre del que tiene celos.
Contra todo pronóstico, Mendo lo hiere de muerte y los tres huyen hacia Medina.
Joseph Pérez encontró en el archivo de Simancas un hecho que pudo dar origen a la leyenda.
En ese contexto pudo escribirse un Baile del caballero, cuyos descendientes manuscritos e impresos han llegado hasta nosotros.
Bien es verdad que, aunque situado en tierras de Castilla la Vieja y en época moderna, tiene claras semejanzas con algunos romances moriscos del propio Lope.
Y se dice hoy es considerado, porque El caballero de Olmedo no ha tenido fortuna entre los lectores hasta fechas muy recientes.
La tragicomedia debió de escribirse en 1620, y Lope no llegó a verla impresa.
Quizá perdió el manuscrito que entregó a los cómicos para su representación, quizá no la consideró de particular interés (también los autores se equivocan respecto al valor de sus obras), quizá no pudo publicarla porque desde 1625 hasta 1635 las autoridades no concedieron permiso para editar comedias ni novelas en el Reino de Castilla.
Solo a fines del XIX se inició, con la edición y estudio de Menéndez Pelayo, una revalorización que llega hasta nuestros días.