Tiempo después el presidente y mariscal de Ingavi José Ballivián (1805-1852) decidió reabrir el instituto militar en 1842 pero al igual como ocurrió con el anterior, éste también dejó de existir cuando Ballivián cayo del poder en 1847.
La Legión Boliviana estaba compuesta por los jóvenes pertenecientes a las familias más notables y pudientes de Bolivia donde cada jinete de esta legión se armaba por sí solo con su propio equipo y su propio caballo.
En cuanto al color del uniforme, a diferencia del ejército chileno, el ejército boliviano aún todavía "no tenía un solo color oficial" que sea de manera general para todas las unidades militares.
En cuanto a los pies (a diferencia de los soldados del ejército chileno que utilizaban botas) todos los soldados bolivianos utilizaban ojotas o abarcas (las cuales eran de cuero y con planta reforzada).
Hubo también algunas unidades formadas por colegiales paceños y orureños que tenían su propio uniforme de color azul o verde decorado inclusive con alamares dorados.
Sin embargo, esto era una excepción de casos aislados y no la regla general en todas las unidades.
Por ejemplo, Gonzalo Bulnes escribe que:[2]: 599 Como a los otros beligerantes, también le faltaba un moderno y bien apertrechado servicio de sanidad, intendencia, estado mayor, etc.[3]: 53 .
Estos fusiles modernos solo eran portados únicamente por el Batallón Colorados de Bolivia (escolta presidencial), el resto del ejército boliviano utilizó armas antiguas.
El ejército tenía fe en su propia capacidad, había medido sus armas en forma victoriosa contra la mayoría de sus vecino; por otro lado, al no tener marina de guerra los bolivianos consideraban que la marina peruana bastaba y era más que suficiente para frenar el avance chileno.
Los soldados bolivianos estaban acostumbrados a caminar largas marchas para defender uno que otro gobierno.
Al iniciarse la guerra del Pacífico, los cuarteles se llenaron de ciudadanos dispuestos a luchar por su patria, pero la dura experiencia al finalizar la guerra enseñó a Bolivia que el coraje no basta para formar ejércitos.
[3]: 73–74 Su contingente fue aumentado después de la declaración de guerra a las siguientes unidades:[3]: 178 Los comandantes de unidades están dados también según Sater[3]: 51 Aunque algunos oficiales habían estudiado en Francia, como Pedro Villamil y Guillermo Villegas, o como Narciso Campero que había servido en Argelia, sostiene Sater, a los oficiales les faltaba la instrucción o el entrenamiento para una guerra convencional.