Una variedad de microbios del suelo (bacterias, archaea, hongos) se alimentan de compuestos simples (nutrientes) liberados por meteorización, y producen ácidos orgánicos y proteínas especializadas que contribuyen a su vez a la meteorización mineral.[4] Los nuevos suelos aumentan en profundidad por una combinación de meteorización y más deposición.[8] A medida que los suelos maduran, desarrollan horizontes del suelo a medida que se acumula la materia orgánica y se produce la meteorización y la lixiviación de los minerales.La topografía, o relieve, se caracteriza por la inclinación (pendiente), elevación y orientación del terreno (aspecto).[9] Las pendientes pronunciadas favorecen la rápida pérdida de suelo por erosión y permiten que menos precipitaciones entren en el suelo antes de escurrirse y, por tanto, que haya poca deposición mineral en los perfiles inferiores (iluviación).En regiones semiáridas, la menor precipitación efectiva en pendientes más pronunciadas también da lugar a una cubierta vegetal menos completa, por lo que hay una menor contribución de las plantas a la formación del suelo.[10] Por todas estas razones, las pendientes pronunciadas impiden que la formación del suelo se adelante mucho a su destrucción.[14] Sin embargo, en las posiciones más bajas del paisaje, el agua puede saturar el regolito hasta tal punto que el drenaje y la aireación se ven restringidos.[15] Los patrones recurrentes de la topografía dan lugar a toposecuencias o catenas del suelo.•Intervienen en el ciclo de numerosos elementos, como C,N,P, Ca, Fe, Mn, entre otros.Los organismos transforman los constituyentes del suelo al extraer los nutrientes imprescindibles para su ciclo vital.Los edafólogos usan la siguiente fórmula para ver la formación del suelo: s = f (cl, o, r, p, t,...) s - propiedades del suelo; cl - clima regional; o - biota potencial, r - topografía; p- material parental; t - tiempo;... - variables adicionales.Esta desempeña su papel edafogenético en los 2 horizontes más superficiales del suelo, especialmente el O (prácticamente una acumulación de materia orgánica).En caso de que la materia orgánica en la superficie del suelo no llegue a ser metabolizada por los microorganismos, esta está sujeta a distintos factores abióticos que impulsan la formación del suelo de manera distinta, principalmente al transportar físicamente los clastos derivados de la materia a otras regiones.