Allí coincidió con el también dominico Pedro de Soto, confesor real, a quien sustituyó en el cargo en 1548.
Ambos intentaron, pero no consiguieron, impedir la influencia que sobre el emperador Carlos V tenía el cardenal Granvela.
[1] El emperador le ofreció el nombramiento como obispo de Segovia, pero no lo aceptó.
Domingo de Soto fue el primero en establecer que un cuerpo en caída libre sufre una aceleración constante,[2] siendo este un descubrimiento clave en física, y base esencial para el posterior estudio de la gravedad por Galileo y Newton.
En Salamanca, ciudad en la que desarrolló la mayor parte de su carrera hasta su fallecimiento, una calle recibe su nombre como homenaje.