Más tarde en el mismo año, derrotó a los cosacos de Iván Bolótnikov en el río Pejorka.
Aquí residieron por seis meses, vacilando hasta que se desvaneció la oportunidad de un ataque rápido.
Incluso entonces avanzó lenta y tímidamente, celebrando ceremonias religiosas en Rostov y haciendo homenajes a tumbas ancestrales en Súzdal, por lo que le costó varios meses llegar al monasterio de la Trinidad, cuyas autoridades le suplicaron sin efecto que acelerara el progreso de sus tropas.
En 1615, Pozharski combatió a la Lisowczycy y tres años después se enfrentó a las tropas de Vladislao IV, ya que el conservador sistema del méstnichestvo le impidió ejercer el mando supremo en ninguno de estos encuentros.
Tan pronto como la paz fue restaurada, a Pozharski se le dieron envidiables cargos en la administración de Moscú.
En reconocimiento a sus servicios, se le otorgaron grandes fincas alrededor de Moscú, donde patrocinó varias iglesias, que vistas en retrospectiva, suponen unos monumentos a su propia victoria contra los polacos y los lituanos durante una extremada crisis en la historia del estado ruso.
Durante las Guerras napoleónicas, cuando los sentimientos patrióticos estaban en alza, se erigió en la Plaza Roja un monumento en bronce.