[2] Estos sitios han aportado evidencia de ocupación humana, con muy escasa información sobre sus características culturales y raciales.
La alfarería ingresó a América del Sur coincidentemente con esta, ya que la cerámica no puede ser desarrollada ni conservada sino por pueblos sedentarios.
Todos los pueblos de las culturas superiores pertenecían al grupo andino, caracterizado por su baja estatura, gran desarrollo del torso respecto a las extremidades y cráneo braquicéfalo.
En cambio, tenían una cerámica muy desarrollada, evidentemente trasladada desde localizaciones más al norte, posiblemente desde territorios hoy correspondientes a la actual Bolivia.
La segunda fase, «Barrancas» (200-350 d. C.), presenta vasos antropomorfos, zoomorfos y zooantropomorfos frecuentemente pintados con diseños geométricos blancos.
Su cerámica y sus utensilios de piedra aparecen como primitivos, en comparación con las culturas superiores ubicadas más al norte.
Estos grupos migrantes habrían sometido y absorbido a una población anterior, también de origen amazónico, conocido como los chanés.
[59] El concepto central del universo espiritual de los guaraníes es la "tierra sin mal",[60] cuya búsqueda les empujaba a periódicos traslados.
Pero, aún si el lugar fuera seguro, «el mal» terminaría por presentarse indefectiblemente con el paso del tiempo, cuando la fértil tierra producto de la roza se agotara.
Estos pueblos estaban mucho más influidos por la cultura guaraní, y es posible que hayan sido además de tipo racial amazónico.
Al costado del pucará, en algún morro contiguo, estaba el sector dedicado a la actividad religiosa, con su altar en un punto visible desde casi toda la ciudad.
[78] Sus circuitos comerciales les permitían tener acceso a ciertas mercaderías que no son usuales en el sur, como conchas de moluscos, o tabaco.
[84] Una particularidad es que, cuando era posible, construían su casa debajo de árboles, utilizando el tronco y las ramas como apoyos para el techo.
La única excepción fue la pequeña población de Mogna, que se mantuvo en su localidad, aunque también perdió rápidamente su lengua y costumbres.
Los muertos no eran enterrados en vasijas, sino directamente bajo el piso de las viviendas, acurrucados en un pozo tapado con tierra.
El nombre de la etnia es claramente tonocoté y le fue asignado por los conquistadores españoles; posteriormente sería conservado hasta mediados del siglo XVII, cuando desapareció.
Eran poblaciones de aparente origen huárpido, que habían incorporado fuertes influencias de origen diaguita, incluso probablemente su idioma, que sería una variante del cacán; no obstante, los topónimos suelen ser nombres originados en un idioma anterior a esta transformación cultural, completamente desconocido.
A este pueblo parecen deberse los restos que han sido encontrados en el parque nacional Sierra de las Quijadas.
Combinando conquistas militares que incluían matanzas, alianzas y colonizaciones sistemáticas, en menos de veinte años habían llegado por el norte hasta Quito.
[* 16] La mayor parte de los productos del Inca y del culto religioso eran almacenados en las capitales locales por mucho tiempo antes de ser enviados a la capital, y el Inca agasajaba a los curacas o caciques locales con abundantes regalos que serían repartidos entre las poblaciones.
Pero algunas otras ciudades –quizá donde habían sido resistido, o donde temían que pudieran surgir rebeliones en el futuro– fueron abandonadas completamente y su población trasladada a otros sitios, tal como ocurrió, por ejemplo, con la ciudad de Tastil.
[116] Estos últimos fueron una innovación absoluta del período incaico: por primera vez existían edificios colectivos para el almacenamiento de alimentos, que hasta entonces había sido un asunto exclusivamente familiar.
[120] La actividad minera aumentó significativamente, especialmente en la zona de La Alumbrera y Capillitas, sobre el camino que une Andalgalá con Aconquija.
[125] En esas condiciones, la superioridad técnica de los invasores fue tan abrumadora que toda resistencia fue vencida a corto o largo plazo.
La superioridad numérica no fue un obstáculo absoluto, merced a la capacidad de los invasores para buscar sucesivas alianzas con jefes locales que se rebelaran contra el estado incaico.
Pero existieron, además, dos migraciones de pueblos agroalfareros que desplazaron a pueblos cazadores-recolectores: en el extremo norte, los avá guaraní, llamados por los españoles chiriguanos; y en el sudoeste, los mapuches, a quienes los españoles y argentinos llamaron «araucanos» hasta las últimas décadas del siglo XX.
Esa región estaba habitada por comunidades de cazadores-recolectores guaycurúes y wichis, con quienes debieron combatir para someterlos.
[137] En sus primeros tiempos, los guaraníes invadieron varias comarcas del Imperio incaico, derrotando a sus ejércitos, aunque finalmente fueron expulsados hacia la selva.
Incorporaron aportes culturales andinos, tales como su cerámica, mientras que le dieron su propia impronta a una religión centrada en el culto al jaguar.
[140] Por otro lado, habían desarrollado la platería, la cerámica y la ganadería, todas pruebas de que estos "salvajes" pertenecían, si bien marginalmente, a una cultura agroalfarera.