[1][2] En Alemania se utilizó como método para encontrar pruebas de culpabilidad hasta mediados del siglo XVIII.[10] La cruentación también se citaba comúnmente en la Europa medieval como prueba contra los judíos acusados de cometer asesinatos rituales.Unos días más tarde, un pescador encontró su cuerpo y lo llevó por toda la ciudad, alegando que los judíos habían cometido este acto maligno.En el caso de Margaretha y otras historias de asesinatos rituales, tan pronto como los judíos locales estuvieron en presencia del cadáver del niño cristiano, el cadáver comenzó a chorrear sangre y ocasionalmente a reanimarse como si suplicara venganza contra sus asesinos judíos.[16][17] No obstante, los contemporáneos trazaron una distinción entre la cruentación y (para un observador moderno) prácticas igualmente ocultas.Al recuperarse del parto, Martin “se arrodilló sobre su cabeza, hasta que pensó que había muerto, y habiéndolo dejado a un lado, el niño, fortalecido, se recuperó y lloró de nuevo.Luego lo tomó de nuevo y lo atacó con violencia hasta que estuvo completamente muerto”.María escondió el cuerpo de la niña en un cofre, limpió la habitación y se retiró a su cama.María fue llevada a juicio, que se le ordenó ejecutar la cruentación: debía tocar el rostro de la niña muerta.[23][24] En 1688, Philip Standfield fue declarado culpable de parricidio tras haber sufrido la “prueba del féretro” en Escocia.Al parecer, la práctica era tan popular que siguió estando sancionada judicialmente durante algún tiempo, incluso cuando eso significaba eludir la enseñanza oficial de la iglesia estatal protestante.[26] El fenómeno de la cruentación es reflejado en la literatura donde se considera un acontecimiento normal, incluso si aparecen en historias que tienden a lo maravilloso.
Bahrprobe y ejecución en la
rueda
. (Crónica de Diebold Schilling el joven., 1513)
«La prueba del féretro» («The Ordeal of the Bier»), cuadro de 1881 del artista húngaro Jenő Gyárfás, que muestra a una novia que mira horrorizada cuando pasa frente al cadáver de su prometido asesinado y este empieza a sangrar. Escena de una balada de
Juan Arany
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