En Italia se preservó una fuerte vida urbana que había desaparecido virtualmente en el resto de Europa.
Italia está cortada en numerosas pequeñas regiones por las montañas, particularmente la cadena de los Apeninos, que en siglos pasados harían muy dificultosa la comunicación entre ciudades.
La llanura padana (que toma su nombre del río Po o Padus) era, sin embargo, una excepción, siendo la única área extensa de pastos continuos, la mayoría de las ciudades-Estado que cayeron ante invasiones extranjeras estaban situadas en esa zona.
Así, aquellas que sobrevivieron por más tiempo, se encontraban en las regiones más rocosas, como Florencia (o Venecia defendida por su laguna), no obstante, hubo ciudades en la llanura padana que, gracias a su riqueza, pudieron sobrevivir y rechazar invasores paulatinamente.
En la mayoría de lugares europeos en donde las comunas surgieron (por ejemplo en Gran Bretaña o Flandes) éstas fueron absorbidas por el Estado monárquico emergente.
Hacia 1300, la mayoría de estas repúblicas se habían convertido en estados principescos dominados por signores y sus familias.
Así surgieron grandes Estados europeos que contasen con un gobierno central fortalecido, capaz de imponer su autoridad sobre vastos territorios, lo cual les permitía poseer recursos poblacionales, políticos y económicos no vistos hasta entonces.
A mediados del siglo XVI solo Venecia poseía un territorio y una población lo bastante grande para contar con recursos con los cuales preservar su independencia y estar a la altura de las monarquías europeas como Francia y España o el Imperio otomano (véase las Guerras Italianas), pero inclusive la República de Venecia se vio sometida a una fuerte presión militar y económica en sus guerras contra los otomanos, por lo cual a fines del siglo XVI había tenido que llegar a un acuerdo tácito con los sultanes turcos para reconocer la primacía otomana en el Mediterráneo oriental y así mantener su comercio.