[1] Se encuentran varias fechas para el comienzo del enfrentamiento, por ejemplo 1075[1] o alrededor de 1078.Siendo territorios dominados por señores civiles que conllevaban derechos y beneficios feudales, su concesión era realizada por los soberanos mediante la ceremonia de la investidura.A comienzos del siglo XI, ante un Papado impotente, el emperador Enrique III (1039-1056), dispensó multitud de cargos eclesiásticos.Muy al contrario, dictó nuevos decretos en 1075 (veintisiete normas compendiadas en los Dictatus papae) que repetían las prohibiciones de los decretos anteriores con mayor severidad en las penas, que alcanzaban a la excomunión, para quienes, siendo laicos, entregasen una iglesia o para quienes la recibiesen de aquellos, aun no mediando pago.Siguió invistiendo a obispos para cubrir las sedes vacantes en Alemania y, lo que fue más hiriente para la sensibilidad de la Santa Sede: nombró al arzobispo de Milán, cuya población había rechazado al designado por el papa.Pero Enrique no venía encabezando ningún ejército, sino como penitente arrepentido que imploraba el perdón del santo padre y que deseaba retornar al seno de la iglesia mediante el levantamiento de la excomunión.La reacción del papa no se hizo esperar, e inmediatamente, en ese año de 1080, por un concilio celebrado en Roma depuso de su cargo imperial a Enrique IV, le fulminó con la excomunión y reconoció como legítimo rey a su cuñado Rodolfo.Enrique IV se puso al frente de un poderoso ejército y marchó sobre Roma.Gregorio solicitó la ayuda del normando siciliano Roberto Guiscardo, quien puso en marcha sus huestes de aventureros, en su mayoría musulmanes, y las lanzó contra Roma.Enrique abandonó cautamente la ciudad que quedó a merced de aquellas hordas incontroladas.Fue la excusa para una salvaje represión sangrienta en la que sucumbieron millares de ciudadanos y la urbe quedó arruinada.Bajo la protección de semejante vasallo y escoltado por sus milicias musulmanas, Gregorio VII huyó de la Roma devastada y aceptó el asilo que Guiscardo le dispensó en Salerno, donde murió al año siguiente.Urbano se propuso desalojar de la ciudad santa a su oponente, para lo que confió en sus vasallos sicilianos.Urbano II murió en 1099, sin haber podido doblegar a su personal enemigo Enrique IV.Su sucesor Pascual II (Rainero Raineri di Bleda, o Bieda) ensayó sin resultado similares procedimientos a los empleados por sus antecesores en su pugna con Enrique IV.Cuando los prelados, abades y demás dignatarios eclesiásticos conocieron que la paz se compraba con sus bienes se desató la cólera de los afectados de forma tan tumultuosamente amenazadora que Pascual II no pudo proseguir con la lectura del documento ni proceder a la coronación del emperador.La querella de las investiduras, que por un fugaz momento pareció llegar a su fin, se intensificó si cabe.Como las presiones que se ejercían sobre los capítulos de las catedrales y abadías eran muy fuertes en la elección de un determinado candidato, lo que dificultaba la obtención del cuórum necesario, al final acabó siendo con harta frecuencia el emperador quien impuso su arbitraje.
Humillación de Enrique IV ante el papa para pedirle su perdón (Eduard Schwoiser, 1852).
El emperador Enrique IV delante del papa Gregorio VII en Canossa (Carlo Emanuelle, c. 1630).
El antipapa
Clemente III
(arriba en el centro) y el emperador
Enrique IV
(arriba a la izquierda) expulsan a
Gregorio VII
. Abajo se representa la muerte de Gregorio VII. La imagen está tomada del Códice Jenesis Bose q.6 (1157).