El cine trash es una denominación peyorativa que la crítica cinematográfica aplicó a las derivaciones tardías y residuales del cine de serie B de los años 30 y 40 del siglo XX, como las películas dirigidas por Joseph H. Lewis o Jacques Tourneur.
Otro subgénero característico del cine de explotación es el nudie, nacido con la nueva permisividad censorial estadounidense, resultante del desmoronamiento del Código Hays, cuya reglamentación de los espectáculos exigía, de manera inapelable, el pudor físico y el respeto a los valores tradicionales como el matrimonio y la familia, así como a las instituciones militares y eclesiásticas.
Como consecuencia de la aludida flexibilización, las nuevas cinematografías mundiales, ya sea en su vertiente más artística, como en los nuevos cines de la década de 1960: la Nouvelle Vague francesa, el Free Cinema inglés, el Cinema Novo brasileño, el Nuevo Cine Alemán, el Nuevo Cine Italiano, los Nuevos Cines de Europa del Este, el Cine cubano del ICAIC, el Group des Cinq suizo, la obra del director egipcio Youssef Chahine, del senegalés Ousmane Sembène, o del griego Theo Angelopoulos etc.; así como la puramente comercialista y de serie B, mostrarán una sinceridad descarnada, un erotismo y una crudeza nueva en las pantallas de cine.
La crisis cultural, de valores y actitudes, e igualmente de estructuras políticas y económicas, se extenderá hasta hoy, cuestionándolo todo a su paso, tanto en el capitalismo como en los países socialistas.
El cine de explotación tenía que aprovechar la fácil propensión al escándalo y el reflejo del erotismo y la violencia, que antaño se suavizaban, dulcificaban o prohibían.
Como consecuencia del mentado film, surgirían otros productos que explotaban la veta de los motoristas criminales.
Un título revelador, en este sentido, sería Los caminos prohibidos de Katmandú, obra del conservador abogado y cineasta francés André Cayatte.