Inclusa

Había una persona destinada para recibir los expósitos, que no debía moverse de la pieza inmediata al torno y acudía prontamente al sonido de la campanilla u otra señal para recoger la criatura.La persona encargada de la recepción en el torno anotaba la hora en que se recibía y seguidamente lo llevaba a la pieza destinada para los bautizos.Después de limpiarlo y envolverlo, lo colocaba en la cuna que le correspondiera.Para preservar la intimidad de los padres, ningún dependiente del establecimiento podía hacer pregunta ni demanda alguna bajo ningún pretexto a los que llevaran los expósitos: si alguno manifestaba querer decir alguna cosa reservada con respecto a la criatura entregada, se le dirigía al director del establecimiento.[1]​[6]​ Había una pieza destinado para la enfermería de los niños donde pasaban todos los que disponían los facultativos.Además del referido libro, había otro donde sentaba las entradas, salidas, muertos, enfermedades de que habían fallecido y hora en que murieron, dando parte de todo inmediatamente a la Dirección para hacer los correspondientes asientos.Por ejemplo, en la Inclusa de Madrid, las niñas que llegaban a cierta edad pasaban al Colegio de la Paz dónde se les enseñaba costura o labores del hogar; y del dinero que el colegio recaudaba durante su formación un tercio era reservado reservado para su dote si se llegaba a casar.Pese a los esfuerzos que se realizaron, como doblar el número de nodrizas, cambiar las camas de paja por colchones de lana, mejorar la higiene y la alimentación e incluso contratar otro médico y un cirujano adicional, la mortalidad del centro siguió aumentando hasta llegar incluso a alcanzar el 100% en el año 1804.
Antigua casa de Expósitos, hoy Hospital General de Niños Pedro de Elizalde , en Argentina.
Tratado sobre las causas de muerte de los expósitos y trazado de un plan para formarlos en un oficio, de Joaquín Javier de Úriz, Pamplona, 1801