Los expósitos son criados en la misma casa o fuera de ella: los más son criados fuera, por amas á quienes se retribuye con una mensualidad proporcionada.Esta medida y otras varias no menos importantes son necesarias para disminuir la increíble mortandad que se nota en estas casas siempre que se acumula crecido número de expósitos.Anota Monlau que «a fines de 1849 existían en este colegio 374 niños», y denuncia los escasos ingresos del colegio, cuyos gastos alcanzaban los «400.000 reales anuales, y las rentas, por todos conceptos, apenas pasan de 160.000».[11] Allí, las niñas, aprendían los oficios de costura o de labores del hogar, y permanecían en el centro hasta que se casaban, encontraban una casa donde servir, o a veces se quedaban trabajando en el centro de por vida.Un tercio de las ganancias que generaban con su trabajo se reservaba y se les dejaba como dote en el caso de que contrajeran matrimonio.[14] Es mencionado por Vicente Blasco Ibáñez, en La horda (1905): "Habían entrado en el camino viejo que conduce de Madrid a la Patriarcal de San Martín.