A esa crisis económica se había ya referido Pío XI en su encíclica Nova impendet (2.10.1931) y ese mismo año, unos meses antes había recordado las enseñanzas de la Rerum novarum, donde León XIII señaló el camino para la restauración del orden social; y había señalado los peligros del fascismo italiano (Non abbiamo bisogno, 29.06.1931).
Unos años después condenaría la política antirreligiosa del nazismo (Mit brennender Sorge, 14.03.1937) y el comunismo (Divini Redemptoris, 19.03.1937).
La respuesta ha sido generosa, pero la gravedad de la situación mueve al papa a reiterar esa petición, y a exponer cuales son las causas y los verdaderos remedios de esa situación.
[2] A esta situación se une ahora el egoísmo entre las naciones, que pervierte el sano patriotismo en un exagerado nacionalismo.
El papa hace ver que, si bien siempre hubo ateos, pero ahora abundan, y no se esconden sino que pública y organizadamente tratan de extender sus errores, utilizando para ello todos los medios posibles, la prensa, el cine, la radio.