Aunque Antonio Espina consideraba que el prototipo del bohemio siempre ha existido en Occidente,[2] el concepto literario de "bohemia" o "vida bohemia" parece originarse en el París del Segundo Imperio, siendo su heraldo el escritor Henri Murger, un epígono del Romanticismo —que llegó a ser secretario de Tolstói—, cuya obra Escenas de la vida bohemia (1847-1849)[nota 1] contiene una descripción de la vida de los hambrientos escritores y artistas de tercera fila en el Barrio latino de la capital francesa, haciendo un canto de la mugre, marginación, deudas, frío, alcoholismo, prostitutas, exaltación y depresión en las que sobrevivieron dichos personajes.
La obra tuvo un éxito impresionante, que de poco le sirvió al autor cuya avanzada tuberculosis le llevaría poco después de su publicación al cementerio del Père Lachaise, pero creó un modelo y llegó a inspirar en otros ámbitos y géneros del arte obras como La bohème de Puccini.
Espina explica que la bohemia madrileña de la época romántica nació intelectual y política.
Con diferente fortuna, el destino, como escribió Ramón del Valle-Inclán, fue una diosa ciega e inmisericorde con las ilusiones literarias de los rebeldes bohemios.
[5] La base de aquella bohemia la formaron escritores del decadentismo modernista, como Francisco Villaespesa, Emilio Carrere, Alejandro Sawa, Armando Buscarini,[6] Ernesto Bark, Pedro Luis de Gálvez, Dorio de Gádex, Ramón Prieto, Alfonso Vidal y Planas, Eliodoro Puche, Zamacois, Nakens, Pujana, Dicenta y en sus periodos juveniles Rubén Darío, Ramón María del Valle-Inclán, Manuel Machado y Pío Baroja, entre otros muchos.