En la Tercera Guerra Carlista cayó herido en la cabeza su padre, que a consecuencia del daño cerebral perdió la razón, y la familia volvió a Alicante, donde todavía vivió algunos años el padre enfermo hasta que murió, pues su mujer no quiso hacerlo internar.Tras un breve y frustrado matrimonio,[1] la sociedad le marginó a causa de haberse unido a una mujer gitana, la bailaora andaluza Amparo de Triana, que abandonó la profesión para vivir con el altivo, independiente y pendenciero poeta.Se considera sin embargo, una pieza de drama social más genuina Aurora, estrenada en 1902, catalogada como «auténtico teatro revolucionario y progresista».Los diálogos de Joaquín Dicenta intentan reproducir el habla normal del proletariado madrileño; en ese sentido resulta castizo, aunque su casticismo es mucho más realista que, por ejemplo, el estilizado que se encuentra en la obra dramática de Arniches.Dicenta dirigió el semanario Germinal (1897), que agrupaba a bastantes autores del naturalismo, o más bien un grupo ecléctico de utopistas honestos, republicanos y anticlericales independientes que se autodenominaba Gente nueva, disconforme con la sociedad española de entonces: Ricardo Fuente, Antonio Palomero, Rafael Delorme, Ernesto Bark, Jurado de la Parra, Ricardo Yesares, Miguel y Alejandro Sawa, Manuel Paso, Eduardo Zamacois, Urbano González Serrano, Nicolás Salmerón y A. de Santaclara.Tiene una calle dedicada en el barrio de la Ventilla y un colegio público cerca del metro Lucero, ambos en Madrid.Eduardo Zamacois dejaría escrito que «La vida de Dicenta es vendaval desatado; el demonio seductor de lo imprevisto guía sus pasos; todo le seduce; sobre sus noches y sus días, el desorden tiene encendida eternamente su lámpara roja».Precisamente, en el día del estreno de su mayor éxito popular, el drama Juan José, cuenta Zamacois que «Llegó sangrando: alguien le había atizado un par de bastonazos en la cabeza», y añade que a Dicenta le gustaban las peleas.[2] Reunión de la que habla Zamacois en un artículo en El Diván, mencionando como asiduos contertulios a Valle-Inclán, Ernesto Bark, Antonio Palomero, Ricardo Fuente y Rafael Delorme.[8] La saga iniciada por Joaquín Dicenta (1862-1917) sería continuada de forma sustancial por dos ramas principales (pues ha quedado documentado su talante mujeriego).